Leyenda mexicana de Navidad: La flor de Nochebuena

La flor de Nochebuena

La flor de Nochebuena

Leyenda mexicana: La flor de Nochebuena

 

Cuenta la leyenda que, en un pequeño poblado de México, todos los años se celebraba la Navidad con mucha efusión, y es que todos los habitantes de la zona se alegraban mucho recordando el nacimiento de Jesús.

Para conmemorarlo, cada año se tenía la tradición de reunirse en la iglesia para dejar algún regalo al niño recién nacido y, aquella tradición se volvió tan popular, que ya no solo eran los habitantes de aquel pueblo los que llevaban regalos, sino también gente de otras aldeas contiguas e incluso de lugares muy, muy lejanos. Todos estaban contentos de celebrar el nacimiento de Jesús y llevaban consigo los mejores regalos que podían ofrecer: ropas, joyas, juguetes, cestas de fruta… ¡Cualquier cosa que tuviesen a mano!

 

leyenda mexicana la flor de nochebuena

 

Pedrito era uno de los habitantes de aquel pueblo, un niño huérfano desde muy pequeño que todos los años esperaba con entusiasmo a que llegara la Navidad para así poder ver a todas esas personas acercarse a la iglesia, cantando, celebrando y dejando regalos para Jesús.

Aquellos momentos eran los más hermosos del año para Pedrito, cuya vida en general era bastante dura. No obstante, con el paso del tiempo, y conforme las celebraciones se fueron haciendo más lujosas, Pedrito empezó a entristecerse: cada año tenía que ver cómo los demás daban regalos al niño Jesús y él no podía hacerlo porque era muy pobre. Debía trabajar muy duro para apenas comer, por lo que, aunque era lo que más deseaba, no podía dejar ningún regalo para conmemorar aquel importantísimo nacimiento.

Pero hubo una Navidad, en particular, en la que el pueblo de Pedrito se llenó de visitantes de todo México que querían participar en la tradición. Así, de todos los rincones del país llevaron distintos regalos, juntándose en familia para celebrar. Y Pedrito se sintió de nuevo muy triste al ver a tanta gente, pues deseaba con todas sus fuerzas poder dejar un regalo él también. Tan triste se puso, que corrió hacia el interior de la iglesia, lejos de la multitud que se aglomeraba en el exterior y, arrodillado en una de las esquinas, lloró amargamente por su destino. Sus lágrimas rodaban por sus mejillas y caían como gotas en el suelo.

Entonces, algo extraordinario ocurrió: de los lugares en que sus lágrimas habían caído, empezaron a brotar verdes y pequeños tallos que crecieron rápidamente hasta convertirse en flores. Pero no cualquier tipo de flores, sino unas muy, muy rojas, como las manzanas o las fresas cuando están más maduras.

 

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Al ver que las flores habían salido de sus lágrimas, Pedrito entendió que aquello se trataba de un regalo de Dios, así que no lo dudó y cogió aquellas flores hermosas para colocarlas junto con todos los demás regalos que se dejaban para Jesús, sin decirle a nadie que habían surgido de sus lágrimas. Eran tan hermosas las flores que todos los presentes se maravillaron con el regalo y no dudaron en hablar de ellas a sus familiares de distintas partes del mundo.

De este modo, y al año siguiente, muchas personas nuevas llegaron al pueblo de Pedrito para regalar a Jesús flores similares, haciendo lo mismo en sus distintos lugares de origen. Y es así como nació una tradición que perdura hasta nuestros días, pues hoy, cuando llega Navidad, en casi todas las casas hay una hermosa “Flor de Nochebuena” que adorna y alegra a todos con sus grandes y hermosas hojas rojas.

 

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