Francisco Pizarro, el que fue conquistador español, nació en Trujillo (Cáceres, España) en el año 1478. Fue hijo de Dora Francisca González y del Capitán Gonzalo Pizarro, quien participaría también en las campañas de Italia ayudado por su propio hijo.
Pizarro fue siempre una persona de espíritu inquieto y de carácter fuerte. Exploró América Central junto a Alonso de Ojeda, alrededor del año 1510, y con Vasco Núñez de Balboa tres años después.
Pizarro viajaría a Panamá, tras la conquista de América por Cristóbal Colón, donde se instaló para hacerse con una gran riqueza, volviéndose incluso alcalde en el proceso. Sería durante esta estancia cuando escucharía rumores sobre un poderoso imperio similar al de los aztecas en México, solo que situado al sur, donde yacían varias fortunas de oro y plata, lo que hizo que se propusiese explorar la zona.
Entonces Pizarro decidió reunir una pequeña fortuna junto a Diego de Almagro para poder ir en una expedición hacia el llamado ‘Imperio Inca’, algo que terminaría en fracaso y en la necesidad de una retirada y separación de estas dos figuras. El Imperio Inca se extendía desde la parte sur de Colombia hasta el norte de Chile, y estaba conformado por alrededor de 12 millones de habitantes.
Carlos I de España (nieto de los Reyes Católicos) y su esposa Isabel de Portugal, dieron los derechos de dominio a Pizarro, quien vio en el Perú cómo los conflictos civiles estaban acabando con el país. Según viejas leyendas incas, se creía que el dios Viracocha llegaría de la tierra del sol poniente, con una descripción similar a la de los españoles que llegaron en ese momento (uniformes brillantes, piel clara, barbas blancas y ojos verdes), por lo que supusieron que Pizarro llegaría para poner fin a la guerra.
Tras la primera toma de contacto, españoles e incas se enviaron regalos para concertar una reunión. Los primeros vieron que los incas eran en realidad una sociedad más avanzada de lo que creían, y cuando por fin se reunieron con los españoles, hubo tensión por ambas partes.
Los españoles no podían hacer mucho, pues las filas militares incas constaban de alrededor de trescientos guerreros, así que debían ser cautelosos. Se dice que le mostraron una biblia y una cruz al soberano Atahualpa, pidiéndole que cambiara su religión al cristianismo y que abandonara sus creencias anteriores. Atahualpa admiraba mucho a los españoles, pero rechazó esta oferta de una manera algo violenta para sus invitados, lo que acabaría finalmente con el secuestro de Atahualpa.
A pesar de que Atahualpa se doblegó ante Pizarro, aprendiendo su idioma y dándole riquezas, esto no hizo que el conflicto terminara, y Atahualpa no solo sería acusado de ordenar matanzas desde su secuestro o de idolatría o traición, sino que sería también condenado a muerte en la hoguera, lo que sucedería el 29 de Agosto de 1533.
La conquista del Imperio Inca, sin embargo, no supondría el fin de los problemas para Pizarro, que años más tarde debería enfrentarse a un viejo rival, Almagro. Tras enfrentarse a él y vencerle en batallas posteriores, el hijo de Almagro, junto a otros seguidores, buscaría de nuevo una forma de enfrentarse al enemigo de su padre a través de una emboscada.
A pesar de que Pizarro ya era mayor para entonces, en torno a setenta años, sería capaz aún de enfrentarse a este percance y vencer a uno de los implicados, pero no sería suficiente. Así, besando una cruz hecha por él mismo, fue asesinado en Lima (Perú) en 1541, ciudad que él mismo había fundado seis años antes.
