El sueño de Coral
Hoy os traemos un precioso cuento, al estilo de las mejores fábulas, escrito por nuestro seguidor Alberto Villalobos de Mérida, México. En él podréis descubrir la bonita historia de Coral, una tortuga con ganas de explorarlo todo y de volar como la más atrevida de las aves…¡Feliz lectura!
Había una vez una tortuga llamada Coral que vivía en un hermoso lago. De entre todas las tortugas que habitaban esas aguas, Coral era la más bonita. Ella lo creía porque su mamá se lo decía con frecuencia en los largos paseos que daban juntas. A Coral le encantaban esos paseos porque su mamá siempre le permitía subirse a su caparazón, de modo que Coral podía ver todo desde muy alto. El hecho de estar ahí arriba hacía de Coral una tortuga muy feliz, porque en esos momentos era cuando más cerca podía estar de su más grande sueño. Una mañana, en uno de esos paseos, Coral le preguntó a su mamá:
- Mamá, ¿por qué no podemos volar como las aves?
- Porque somos muy pesadas –respondió-. Tenemos un enorme caparazón que nos protege y con el que estamos eternamente unidas. Además, no tenemos alas. Pero en su lugar poseemos patas con garras y gracias a ellas podemos dar largos paseos, como estos que tango te gustan, ¿o no?
- Sí, me gustan –reconoció Coral-. Pero hay días en que envidio mucho a las aves. Ellas pueden volar muy alto e irse muy lejos, mucho más allá del lago. ¡Y lo hacen en segundos! Nosotras, en cambio, somos muy lentas, y a veces, hasta torpes.
- Tú vales tanto como las aves. Eres tan hermosa y tan valiosa como ellas.
- No lo sé –dijo Coral mientras miraba el cielo-. A veces pienso que nosotras las tortugas somos inútiles. Nunca hacemos grandes cosas. ¡Cómo me encantaría ser tan importante como las aves! ¡Llegar más allá del lago! ¡Volar, volar, volar!
- Llegará el día en que entiendas lo que ahora no-. Respondió firme su mamá, terminando así la conversación.
Ese día no tardó en llegar. Coral se encontraba de camino a casa, luego de haber nadado todo el día en el lago cuando, echado en las raíces de un árbol, encontró a un pajarito multicolor. Según alcanzaba a ver, el ave tenía una patita lastimada y una de sus hermosas alas, envuelta en plumas, parecía que se doblaba anormalmente. Era lo más cerca que Coral había estado de un ave y su corazón palpitaba rapidísimo por la emoción. Se lamentó mucho por ser tan lenta, por tardar demasiado en acercarse y poder preguntarle:
- ¿Qué hace un ave echada en la tierra? Tú eres un ave, y las aves están siempre en lo más alto. ¿Por qué no estás volando?
- Me caí –respondió el ave, y en su voz se notaba su dolor y tristeza-. Esta mañana sopló una fuerte ventisca y mi nido salió disparado por los aires. Intenté volar para refugiarme, pero caí cuando una gruesa rama me golpeó, lastimándome una de mis patas y una de mis alas. No puedo moverme.
- ¿Y tu familia sabe que estás aquí? –le preguntó Coral.
- Yo creo que no, ya pasaron varias horas y nadie ha venido por mí. Tengo miedo –dijo el ave mientras mirada alrededor-. Muy pronto caerá la noche y no quiero que los depredadores me coman. ¿Crees poder ayudarme?
Los ojos de Coral brillaron de emoción. Por primera vez sintió que podía ser útil, ser capaz de hacer algo importante. Y el necesitado no era uno cualquiera, ¡resultaba ser un pájaro, uno en verdad! Pero, ¿cómo podía ser de ayuda una criatura tan pequeña y lenta como ella?
- Me encantaría –respondió entonces-. Pero, como verás, soy muy lenta y muy pequeña. No sé de qué manera ayudarte. Me gustaría protegerte con mi caparazón, pero no me lo puedo quitar. –Coral meditó un momento y resolvió-: Si quieres puedo llevarte a mi casa, aunque no sé cómo llegaremos hasta allí. Pero mi mamá seguro sabrá cómo curarte.
- Hecho –dijo el ave. Levantó la cabeza lo más que pudo para ver mejor a la tortuga-. Me llamo Toh, ¿y tú?
- Soy Coral –respondió inmediatamente con una sonrisa-. ¿Sabes? Jamás había estado tan cerca de un ave. Sólo las veo en el cielo o en las ramas de los árboles. ¡Cómo quisiera algún día volar como ustedes!
- Yo también quisiera volar… de nuevo –confesó Toh-. Y ahora que lo mencionas, tampoco yo había estado tan cerca de una tortuga. Acabo de notar que tienes cola. ¿Qué te parece si me sujeto a ella con mi pico mientras tú me arrastras hasta tu casa? ¿Crees poder?
Entonces Coral intentó ver su cola, pero como muchas veces antes aquello resultó imposible. Debido a su enorme caparazón, no podía verla. Se sorprendió enormemente de que algo invisible para ella fuese tan útil para otro. Jamás había pensado en su cola, y de repente resultó ser la salvadora de esta historia.
- ¡Podemos intentarlo! –exclamó Coral. Dio media vuelta y retrocedió un poco para que Toh pudiera sujetarse-. Bien, ¡vamos!
Aunque tardaron más de lo esperado, por fin ambos viajeros llegaron a la casa de mamá tortuga. Hecha de ramitas, de hojas y de tierra suave, la casa de Coral era bastante amplia y cómoda, incluso para un ave como Toh. La mamá de Coral lo recibió con gran cariño, y junto con su hija, prometió que cuidaría de él hasta que mejorara. A partir de entonces la vida de Coral cambió radicalmente. Ella era la encargada de llevar a Toh hasta el lago para que pudiera saciar su sed. La llevaba y la traía de vuelta, pidiéndole siempre que se sujetara de su cola. También debía salir a buscar comida para su amigo, por lo que cada mañana se trasladaba hasta la cercanía del lago para escarbar la tierra húmeda en busca de gusanos. Toh los devoraba con gusto, siempre agradeciendo la labor de su nueva amiga.
Por primera vez en su vida, Coral se sentía útil. Nunca había hecho nada interesante como aquello, y poco a poco, con el transcurrir de los días, fue descubriendo que podía ser útil a otros sirviéndoles en sus necesidades. Ya no se quejaba de lo lento que caminaba ni de lo mucho que tardaba en llegar a sus destinos, pues la felicidad de Toh era suficiente para motivarla. Así como descubrió la utilidad de una cola antes invisible, ahora descubría que ella misma podía ser de utilidad, aun con un cuerpo tan pequeño y lento como el suyo.
Así pasaron los días y, finalmente, Toh se curó y logró estirar las alas y caminar sobre ambas patas. Antes de irse dio las gracias a mamá tortuga y miró a su amiga Coral, que lucía muy triste.
- No quiero que te vayas –dijo Coral-. Pero supongo que para esto te cuidamos. Para que llegue el día en el que puedas volver a volar, y llegar muy, muy lejos. Te extrañaré mucho, eso sí.
- Y yo a ti –dijo Toh, esbozando una gran sonrisa-. Y no quisiera irme sin antes ayudarte a ti como tú me ayudaste a mí… ¿Lista?
De repente, Toh saltó sobre Coral y con sus patas la tomó del caparazón. Con fuertes sacudidas de sus alas, ambos se elevaron hacia el cielo. Del miedo inicial, Coral se guardó en su caparazón, sintiendo cómo su cuerpo pesado se elevaba sobre la tierra.
- ¡Ey, Coral! ¡Sal y ve esta maravilla!
Poco a poco Coral fue sacando la cabeza y lo que vio la impresionó. Debajo de ellos, el lago reflejaba la luz del sol, y desde tal altura parecía ser tan pequeño como una gota de agua. Todo él era rodeado por grandes terrenos verdes que se extendían hasta el horizonte. Había otras aves sobrevolando la tierra, en grupos. Coral podía sentir el aire acariciándole la cara, y ahora, con más confianza, decidió extender también las patas y abrirlas como si fuesen alas. No pudo contener la enorme sonrisa que dibujaría su rostro por unos cuantos minutos.
- ¡Toh! ¡Estoy volando!
- ¡Sí! ¡Y todo gracias a ti!
Coral jamás olvidaría ese día, aquel que su mamá había predicho tiempo atrás. La gran lección que aprendió la llevaría consigo el resto de su vida. Aprendió que todos podemos ser útiles, en cualquier circunstancia, aun cuando creemos que no gozamos de las habilidades que otros sí.
El sueño de Coral de volar y de llegar más allá del lago se hizo realidad, y cuando bajó de nuevo a tierra todas sus amigas tortugas la envidiaron para siempre. La envidaron no solo por haber volado, sino también por haber sido de utilidad a un animal tan majestuoso como un ave, aun siendo ella tan pequeña y lenta. Y mientras Toh se alejó volando, Coral descubrió que los sueños se hacen realidad y que suceden de maneras inesperadas pero suceden, comprendiendo al fin a su mamá.