Cupidos por un día

Cupidos por un día

Cuento de San Valentín: Cupidos por un día

 

El día de San Valentín es una de las celebraciones más hermosas que existen, puesto que lo que se celebra es el amor, pero a veces las rutinas nos impiden verlo y eso es lo que Leo y Patricia no pensaban permitir que ocurriera. Y es que para estos dos pequeños no había en el mundo entero dos personas que se amaran más que sus padres, por eso todos los días de San Valentín pedían a papá y mamá que contaran la historia de su bonito romance:

—Nos conocimos en el instituto. —Comenzaba siempre a narrar papá.

—Yo era la mejor alumna de la clase y papá el mejor jugador de fútbol… —Continuaba siempre la historia mamá, con unos ojitos que parecían convertirse casi en corazones.

—Yo nunca pensé que vuestra madre me prestaría atención, y menos mal, porque realmente estaba muy enamorado de ella. —Explicaba papá abrazando a su esposa con cariño.

 

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—Y un día vuestro padre me pidió que le ayudara a estudiar matemáticas en la biblioteca antes de un examen que íbamos a tener. —Dijo mamá sonriendo. Tanto, que sus ojos se iban encogiendo poco a poco.

—Así que yo la esperé con un ramo de rosas en la puerta. Me acompañaba mi mejor amigo, que me sujetaba un cartel que decía: «¿quieres ser mi novia?» y que pasé toda la noche pintando y adornando.—Dijo papá poniéndose rojo al recordar el cartel.

—Vuestro padre no estudió nada por hacer aquel cartel y, aunque suspendió el examen y yo era muy buena estudiante, al final quedé con él. —Dijo mamá riendo y poniendo el broche final a la historia de cómo se conocieron.

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Pero lo cierto es que a veces las prisas y el día a día hacían que papá y mamá no tuvieran demasiado tiempo para estar contentos o para compartir cosas juntos, y a Leo y Patricia, sus hijos, les daba mucha pena. Los dos hermanos estaban seguros de que el amor verdadero debía parecerse mucho a todo ese cariño que sus padres compartían, por lo que aquel año estaban dispuestos a preparar algo muy especial para el día de San Valentín. ¡Iban a convertirse en cupidos por un día!

La idea se les ocurrió tras ver una película de dibujos en la que un mapache agradecía a sus padres en el día de San Valentín todo lo que habían hecho por él, así que, tras planearlo muy bien todo y ahorrar unas poquitas monedas de la paga semanal, Leo y Patricia pudieron comprar flores para mamá y chocolates para papá, además de una deliciosa gaseosa de piña y unas finas y deliciosas galletas para acompañar.

Con cartulina roja y unas tijeras de punta redondeada, los dos pequeños hicieron corazones de todos los tamaños. Incluso adornaron con ellos un mantel viejo y añadieron frases con letras rojas para cubrir con él la mesa y poner allí todos los regalos. Al volver de la escuela con todas las compras hechas, los pequeños se dieron cuenta de que lo más difícil iba a ser esconderlo en la habitación sin que mamá, que ya se encontraba en casa, lo notara…Sin embargo, con muchos cuchicheos y bastante sigilo, al final pudieron conseguirlo.

—¡Uf! ¡Es que las mamás tienen súper poderes! —Dijo Patricia apresurándose para cerrar la puerta de la habitación y poder esconderlo todo.

—Creo que no sospecha nada, tranquila. —Dijo a continuación Leo, orgulloso del plan mientras depositaba con sumo cuidado las flores de su mamá encima de su cama.

 

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Entonces cogieron los adornos de papel y la cinta adhesiva y se dispusieron a decorarlo todo en cuanto mamá se dio la vuelta:

—Papá llegará en unos minutos, ¡tenemos que darnos prisa! —Exclamó Leo corriendo hacia el salón y poniendo sobre la mesa el mantel viejo blanco que habían adornado para la ocasión.

Y en tan solo unos minutos la casa se llenó de corazones, la mesa estuvo preparada con galletas de chips de chocolate, de canela y de mermelada. Al poco de terminar, el sonido de unas llaves alertó a los pequeños de que papá estaba entrando por la puerta y, cuando mamá fue a recibirlo con un beso, ambos pudieron darse cuenta de la sorpresa que les habían preparado sus hijos.

— ¡Por nuestros papis y por todo lo que se quieren! ¡Hurra!—Gritó Patricia muy contenta de ver a sus padres felices y boquiabiertos.

— Y como nosotros somos los mejores cupidos del mundo, os hemos preparado este día especial.— Concluyó Leo mientras le alcanzaba los bombones a su hermana y cogía el ramo para hacer entrega del mismo a su bonita mamá.

—El amor verdadero existe… ¡y lo inventaron papá y mamá!—Dijeron los pequeños al unísono, muy orgullosos de su bonita familia.

Y mamá y papá, muy contentos, disfrutaron de aquel día viendo todo lo que habían hecho sus niños por ellos. También se quedaron muy tranquilos, pues aquello les había hecho estar seguros de que sus peques iban a crecer felices y llenos de amor, como lo habían hecho ellos.

¡Nuestros pequeños cupidos habían cumplido con su misión!

 


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