Rufus, el mejor amigo

Cuento de amor: Rufus, el mejor amigo

Era el día antes de San Valentín y Johnny lo sabía. Con sus apenas nueve años de edad estaba algo nervioso, y es que se le pasaba por la cabeza el hacerle un regalo a su compañera Susy. Aquella niña le gustaba porque era muy graciosa y porque disfrutaba siempre con los mismos juegos y ocurrencias que él.

Por estos y muchísimos más motivos, Johnny pensó que tenía que entregarle algo valioso a Susy en el día del amor y la amistad, así que se esforzó mucho por dar con un buen regalo. Finalmente, Johnny se decidió por una pulsera y un dibujo de uno de sus personajes favoritos animados, y una vez lo tuvo entre sus manos, no podía evitar contar las horas que faltaban para que llegase el día.

• Johnny, es hora de dormir —dijo su mamá entrando a la habitación.
• De acuerdo, mami —dijo Johnny terminando de organizar su mochila y su ropa para el día siguiente.
• ¿Por qué estás tan emocionado por ir a clase mañana? —preguntó entonces su mamá cuando encontró a su pequeño colocando todas sus cosas con entusiasmo la víspera de San Valentín.
• Por nada, mami —contestó Johnny, creyendo ocultar toda su emoción.
• ¿Seguro?
• ¡Claro!

Y justo en aquel momento entró Rufus, la mascota de Johnny, un hermoso perro de pelo muy suave y largo a la que le gustaba jugar, dormir en la cesta de la ropa sucia y robar un poquito de jamón cuando lo ponían en la mesa. Rufus, una vez en el cuarto, ladró emocionado justo antes de subirse a la cama para lamerle la cabecita a Johnny, como hacía cada noche a la hora de irse a dormir.

• Hola, Rufus. ¿Cómo te fue en el jardín? —dijo Johnny entre risas mientras Rufus se sentaba a su lado y olfateaba todo lo que Johnny sacaba y metía en su mochila.
• Bueno, dejaré que descanséis para afrontar el día de mañana—dijo madre despidiéndose– ¡No te acuestes muy tarde!

Y todo estuvo muy bien entre los dos amigos…hasta que Rufus empezó a meter su nariz dentro de la mochila de Johnny:

• ¡No, Rufus, deja eso! —dijo Johnny asustado.

Pero ya era tarde, porque Rufus había roto el dibujo para Susy y había intentado comerse la pulsera sorpresa que tenía guardada ya en su mochila con tanto cariño…¡Rufus había pensado que eran suculentos caramelos!

Tras aquello Johnny se sintió muy enfadado y triste y sacó a Rufus de un empujón del cuarto. Estaba muy triste porque Rufus no solo se había comido la pulsera, sino que había roto también el dibujo que tanto le había costado hacer. Y por si todo aquello no hubiera sido suficiente, o tal vez como consecuencia del disgusto, a la mañana siguiente amaneció enfermo y sin poder ir a la escuela.

Muy desanimado y arropadito en su cama para intentar reponerse un poco, Johnny fue visitado de nuevo por su perrito Rufus, que entro tímidamente en el cuarto con una hoja de papel y un lápiz en el hocico. Y en aquel momento Johnny decidió dejar a un lado su enfado y ponerse de nuevo a dibujar. Rufus miraba al pequeño con una gran sonrisa mientras movía la cola, y Johnny se sintió muy mal por haberle empujado, así que fue a abrazarlo mientras su perro, demostrando que no podría enfadarse con él jamás de los jamases, le lamió la cara con cariño y como si nada hubiera ocurrido.

Tal vez Johnny no pudo ver a Susy como quería el día de San Valentín, pero aprendió que el amor también puede demostrarse de otras formas, como el cariño tan grande que Rufus sentía por él y viceversa.