Cuento: Palabra de pirata
Érase una vez una niña llamada Martina a la que le gustaba mucho pescar con su papá. Este, desde pequeñita, le había mostrado cómo pescar y la calma y tranquilidad que se debía tener esperando a que un pez cogiese al fin el anzuelo.
Por eso, siempre que podían, iban a pescar, y si tenían suerte se llevaban a casa un gran pez. Y si no… ¡pues pasaban un día tranquilo haciéndose compañía mutuamente! Pero un día, sin previo aviso y mientras se encontraban pescando, empezó a llover a cántaros. Las olas les hacían saltar y no tenían más remedio que aferrarse con fuerza al barco, que no era muy grande, esperando a que todo terminara.
Aquello duró todo un día y toda una noche, tormenta que el barco apenas soportó, por lo que terminaron encallando en unas rocas cercanas a una isla a la que fueron a parar finalmente.
—¿Y ahora? —Preguntó Martina—, ¿Cómo volveremos a casa?
—La verdad es que no lo sé, hija…
Entonces decidieron caminar alrededor de la isla para ver con qué se encontraban, y fue así cómo, en medio de unos matorrales, se toparon con una gran «X» roja puesta sobre unas rocas que cubrían la arena.
—Este lugar debe ser refugio de piratas —dijo el papá de Martina—, será mejor que nos vayamos.
Para su mala suerte, tras caminar algunos kilómetros y prácticamente dando vueltas todo el tiempo sin ir a ninguna parte, fueron capturados por la banda de unos temidos piratas.
—¡Los hemos atrapado! —Gritaba el que parecía ser el capitán, que tenía una pata de palo, un parche en el ojo y un gran sombrero—. ¡Por fin atrapamos a quienes robaron nuestro precioso tesoro!
—¡Hurra! ¡Los atrapamos! —Gritaban juntos los otros piratas.
—Y ahora, bribones —dijo el capitán refiriéndose a Martina y su papá— ¿Vais a decir donde está nuestro tesoro o tenemos que obligaros a hablar?
—Creo que hay un malentendido —empezó a decir el papá de Martina.
—¡Claro que no! Llevamos mucho tiempo buscando nuestro tesoro y no hemos podido hallarlo, así que seguro que vosotros os lo habéis llevado en algún bote, ¿verdad que sí, bribones?
Entonces la pequeña Martina, que era muy inteligente y leía montones de libros, supo que había una forma de salir de aquella situación:
—Os equivocáis, todos vosotros. Nosotros no tenemos vuestro tesoro, nosotros encallamos en las rocas de la playa por la tormenta que hubo ayer. Si queréis, podéis comprobarlo.
El capitán hizo que uno de sus hombres fuera a comprobarlo…
—Es cierto, mi capitán —dijo el hombre al volver.
Al tener la confirmación de la tormenta, Martina y su papá (que ya habían tenido tiempo de hablar en susurros y de desarrollar su plan) empezaron a decirles:
—Vosotros sois unos ciegos. El tesoro ha estado aquí todo el tiempo, tanto que dos forasteros lo han visto antes que vosotros —dijo Martina.
—Pero si lo queréis tendréis que ayudarnos a volver a casa.
El capitán pensó en las palabras de Martina un rato y luego aceptó:
—Está bien, está bien, palabra de bucanero. Juro por mi pata de palo que, si sabéis donde está el tesoro, os llevaremos a donde queráis de vuelta, pero ayudadnos, porque estamos aburridos de tanto buscar…
Acto seguido, Martina y su papá llevaron al capitán y a sus marineros a dónde habían visto la gran «X» y los piratas no se lo podían creer. ¡Todo ese tiempo había estado frente a sus narices y no habían llegado a verlo!
Tras esto, los piratas cumplieron con su palabra y llevaron a Martina y a su papá al puerto del que habían partido, porque está escrito en el código pirata que nunca debes faltar a tu palabra y que no hay nada peor que ser un mentiroso. Aquella aventura había hecho que Martina y su padre ya no tuviesen bote en el que ir a pescar, pero sin duda tenían una gran historia que contar:
—No importa, papá, podemos pescar aquí en el muelle.
—Sí, con el tiempo podremos construir un nuevo bote, pero las aventuras, hija mía, esas no se construyen, solo te encuentran.
Y ambos se abrazaron y volvieron a casa. ¡Palabra de pirata!
