Cuento de brujas: La tarea de magia de Elvira
Había una vez una niña muy linda llamada Elvira, que tenía un largo pelo castaño y unos ojos color café, tan cálidos, que te llenaban de alegría con solo mirarlos. La pequeña vivía con su tía Marta en una cabaña muy hermosa que quedaba cerca de su escuela.
Lo que muchos no sabían era que Elvira iba a una escuela muy especial y, se podría decir, que incluso era una escuela con mucha magia. Sí, era una escuela de brujas y magos, donde se enseñaban cosas muy importantes para la vida, tales como sumas de grandes números o lograr que tu escoba volara a través del cielo.
Cada mañana, Elvira se levantaba con el sonido de los pájaros cantando alegremente, mientras el sol se alzaba sobre el horizonte. Desayunaba muy animada y se iba corriendo a su colegio, siempre por el mismo camino a través del hermoso bosque. Aquella era una rutina muy agradable que Elvira disfrutaba mucho, hasta que un día, el croar de una rana la entretuvo por el camino antes de llegar a la escuela. ¡Y resultó ser una rana muy extraña, con grandes ojos azules, que la miraba fijamente:
—Vaya, tienes unos ojos muy raros —dijo Elvira con curiosidad—, pero no te cortes, son muy bellos y, como muestra de mi admiración, te dejo este pequeño racimo de uvas que tengo aquí.
Aunque las ranas no comen frutas, aquella sí que pareció sentirse agradecida por el obsequio, comenzando al poco de nuevo a croar. Los días siguientes, a la misma hora, la rana esperaba a que Elvira pasara por el camino para saludarla con su fuerte croar, por eso, cuando la profesora Mildred explicó a sus alumnos que debían convertir a una persona en animal para el proyecto de Ciencias Mágicas, Elvira tuvo una idea mucho mejor: ¡convertiría a su amiga la rana en una persona!
Sin embargo, aquello no era una tarea sencilla, por lo que tuvo que ir a la biblioteca e investigar a fondo cómo lograr aquella hazaña. Entonces leyó y leyó toda clase de libros curiosos, hasta que por fin dio con el hechizo deseado. Pero, una vez llegada la mañana en la que debía presentar su gran proyecto para la clase de Ciencias Mágicas, Elvira se quedó dormida… ¡y con razón! Y es que la pequeña estuvo despierta casi toda la noche preparando la poción que le haría sacar un diez en clase. Así, y mientras corría a toda velocidad hacia la escuela, en un intento de llegar al colegio y no llegar demasiado tarde, Elvira se percató de que la rana no estaba en su lugar de siempre.
—¡Oh! ¡no puede ser! —Dijo Elvira con ganas de echarse a llorar— Justamente hoy… ¿dónde está mi ranita?
Dejando sus cosas a un lado del camino, Elvira buscó y buscó con desespero debajo de las rocas y de los troncos de los árboles, pero la rana no estaba en ningún lugar. Totalmente desanimaba, la pequeña retomó su camino hacia la escuela y, una vez allí…, ¡cuán grande fue su sorpresa al descubrir que su amiga la rana estaba esperándola justo en la entrada del colegio!
—¡Ranita! —Gritó Elvira mientras se apresuraba a levantar a su amiga del suelo— Vaya susto que me has dado, pensé que te había pasado algo, pero veo que estás bien y es una excelente noticia. Tengo planes para hoy. Tú me ayudarás con un proyecto para la clase de Ciencias Mágicas.
Y sin decir nada más, Elvira echó a correr hacia su clase, en la que ya se encontraban todos los demás aprendiendo y mostrando sus proyectos. Elvira tocó entonces la puerta dos veces y entró disculpándose con la profesora, pidiendo que le permitiese entrar y prometiendo que no volvería a suceder.
—Elvira, como has llegado tarde, serás la primera en hacer la demostración del proyecto —dijo la profesora con firmeza, pero con una sonrisa dulce.
—Pues verá, mi proyecto es un poco diferente de lo que se espera —dijo Elvira dejando a su amiga la rana en la mesa que se había preparado para la ocasión.
Entonces, dejando caer su poción sobre la rana, una explosión de humo brillante llenó toda la clase de color sorprendiendo a todos. Cuando el humo se dispersó, todos se vieron sorprendidos al ver a un verdadero príncipe, con capa y corona, sentado sobre un pupitre; incluida Elvira, que no sabía que aquella rana, en realidad, ya había sufrido un hechizo mucho antes.
—Soy un príncipe y me llamo Carlos, y fui convertido hace mucho tiempo en una rana y abandonado en el bosque por una malvada bruja. Por suerte, no toda la gente con poderes mágicos es igual, y esta increíble y simpática brujita me ha salvado de estar perdido para siempre.— Dijo el joven bajando de la mesa— ¡Estoy en deuda contigo, Elvira!
Y tras aquel descubrimiento, toda la clase estalló en aplausos y exclamaciones de orgullo, y la profesora no dudó en darle la nota máxima en la asignatura a la pequeña Elvira. El príncipe, muy agradecido, volvió a casa y, desde entonces, siempre le escribe cartas a su gran amiga Elvira, a quien considera la mejor y más buena bruja del mundo…¡Una auténtica profesional de las artes mágicas!
Excelentes lecturas me gustaría saber el nombre del autor o autores de ellos