Cuento clásico: Barba Azul (adaptación)
Había una vez un hombre que era muy, muy rico, pero también algo desagradable y malvado. Dado que tenía la particularidad de tener el pelo de su rostro de color azul, todo el mundo le llamaba así: “Barba Azul”. Aquel hombre tenía una vecina de cierta edad que tenía varios hijos y dos preciosas hijas, y cómo él no tenía esposa, le pidió a su vecina la mano de una de ellas. No importaba cuál fuera, pues lo que él quería era casarse con alguna mujer y llevarla a su mansión.
Al escuchar esta propuesta, las muchachas se negaron en rotundo. ¡Aquel hombre era tan feo! ¡Y además tenía la barba azul! ¿Quién en su sano juicio se casaría con alguien así? Además, él se había casado varias veces antes, lo que podía significar que no se hubiera portado muy bien en anteriores ocasiones. ¡Su rostro no parecía aventurar nada bueno!
Sabiendo la mala predisposición que tenían las dos muchachas con él, Barba Azul decidió intentar una forma de convencerlas y de hacerles ver que él era un gran partido para casarse. Fue así como invitó a la mujer con sus dos hijas, a las amigas de ellas, y a algunos jóvenes de la comarca, a pasar un fin de semana en una de sus mejores casas de campo.
La residencia campestre de Barba Azul era un auténtico sueño, y mientras estuvieron allí Barba Azul fue un anfitrión ejemplar, prodigando todo tipo de detalles y regalos a sus invitados. Así, todo salió como el hombre esperaba, y la menor de las hijas empezó a ver a Barba Azul con otros ojos. Poco tiempo después el casamiento quedó acordado y, apenas volvieron de la casa de campo, Barba Azul se casó con la menor de las hijas de la mujer. Un mes después del casamiento, y ya lejos de las atenciones y los detalles, el hombre ricachón le dijo a su esposa:
—Tengo que hacer un viaje de seis meses por negocios, y no te pediré que hagas esa travesía conmigo. En cambio, dejaré que te quedes en mi mansión, donde tendrás todas las comodidades y acceso a todos los rincones.
Justo en ese momento sacó un manojo de llaves y, comenzando a señalarlas una por una, fue diciendo:
—Esta es la llave de nuestra habitación, esta es la llave de la habitación de invitados, esta es la llave del guardamuebles… —y así, hasta llegar a la última llave—. Y esta, esta es la llave de mi gabinete. Por nada del mundo debes entrar ahí, porque si lo haces lo sabré y ya no podré tenerte confianza. ¿Lo prometes?
—Lo prometo.
Entonces la joven recibió el manojo de llaves y no pensó mucho en lo que había sucedido, hasta que pasados unos días la menor de las hermanas invitó a su hermana mayor y a sus amigas a pasar el día con ella en la mansión. Ellas paseaban de un lado al otro, admirando los lujos con los que vivía la recién casada, así como lo bello de sus habitaciones, sus vestidos de tela cara, su comida deliciosa… y mientras, ella no hacía más que pensar en el gabinete que su marido le había prohibido abrir.
Pensaba y pensaba en eso sin parar, hasta que, incapaz de sacárselo de la cabeza, fue hasta el lugar en el que se encontraba el gabinete, en las habitaciones privadas de su marido. Una vez allí intentó arrepentirse, pero la curiosidad fue mucho más grande, por lo que finalmente decidió usar la llave que su marido le había entregado y abrió la puerta del gabinete. En su interior, en lugar de encontrar algo aterrador como se había imaginado, se encontró con una habitación llena de cartas y mapas antiguos.
Llena aún más de curiosidad, la joven cogió una de las cartas y la leyó. Era de una de las antiguas esposas de Barba Azul, que había dejado un mensaje esperanzador para la futura esposa: “Querida amiga, si estás leyendo esto, entonces te encuentras en la misma situación que yo estuve. Barba Azul es alguien malvado con oscuros secretos, pero no todo está perdido. Usa el mapa adjunto y encontrarás un pasaje secreto que te llevará hasta un lugar seguro en el que podrás resguardarte y recuperar la libertad que mereces. Con cariño, una amiga del pasado.”
La nueva esposa de Barba Azul revisó el resto de las cartas y descubrió que cada una de las anteriores esposas había dejado pistas y mapas para escapar de la mansión. Así, con valentía, siguió las instrucciones de todos ellos y encontró el pasaje secreto que la llevó fuera de los dominios de Barba Azul, escondiéndose allí mismo, fuera de la casa durante un tiempo.
Barba Azul, por su parte, al regresar a su mansión y encontrar la puerta del gabinete abierta, comprendió que su nueva esposa había descubierto el secreto y había escapado también, y furioso corrió a buscarla. Afortunadamente Barba Azul no encontró a su esposa, pero sí a sus hermanos, que rápidamente acudieron con sus caballos hasta la mansión de Barba Azul para salvarla, alertados por las amigas y la otra hermana de la joven, que no la encontraban. Los hermanos, que eran soldados del Rey, se le echaron encima y consiguieron apresarlo, salvando así a su hermana y acabando de una vez por todas con el terrible Barba Azul. ¡Al fin había acabado su tiranía!