Benito y la nube gris

Benito y la nube gris

Cuento de emociones: Benito y la nube gris

 

Érase una vez un pequeño conejito llamado Benito, que vivía en un hermoso bosque rodeado de flores y árboles casi tan altos como el mismo cielo. Benito casi siempre estaba contento y saltando de un lado a otro junto a los demás animales del bosque, pero un día algo cambió, y Benito no tenía ganas en absoluto de jugar.

Se sentía triste, a pesar de que no era capaz de encontrar el motivo, pues todo era felicidad en el bosque, y no sabía qué hacer. No tenía ganas de jugar ni de explorar el bosque, como de costumbre, pero sentía el malestar casi en su propio estómago. Entonces sus amigos, que rápidamente notaron su tristeza, se acercaron para preguntarle qué era lo que le sucedía y preocuparse por él.

—No sé por qué me siento tan triste. Me siento como si una nube gris hubiera cubierto mi corazón y no pudiera quitármela de encima—dijo Benito entre lágrimas.

Los amigos de Benito, que eran muy buenos y comprensivos, se sentaron a su lado al escucharle y le dijeron casi al unísono:

—Benito, todos nos sentimos tristes a veces, es normal, pero no tienes que superarlo sólo, porque siempre estaremos aquí para ayudarte y que así consigas manejar tu tristeza.

 

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A partir de aquel día, todos se pusieron a pensar en formas de ayudar a Benito para que se librase de la pesada nube gris que le apretaba. Así, el búho sabio sugirió que escribiera o dibujara sus sentimientos en un diario, para expresar lo que llevaba dentro y consiguiera sacarlo; la mariposa azul, por su parte, sugirió que Benito se rodeara de cosas que le hicieran feliz, como escuchar música o quizá leer algún libro divertido; la ardilla pilla le recomendó hacer ejercicio para liberar el estrés y las preocupaciones, y para mitigar esos días en los que el aburrimiento se apodera de nosotros; y el lobo astuto sugirió a Benito que hablara mucho con los demás para desahogarse y compartir siempre que quisiese sus sentimientos, y así la nube se haría menos espesa cada vez…

Tras todos aquellos consejos, que Benito procuró seguir con esmero, poco a poco comenzó a sentirse mucho mejor. Escribió en un diario, se rodeó de cosas que le gustaban, habló con todos sus amigos y familiares sobre cómo se sentía y jugó mucho en el bosque haciendo el mayor ejercicio posible. Y Benito se dio cuenta de que su nube comenzaba a disiparse y que ya estaba recuperando su estado habitual de alegría, ese que tanto le caracterizaba.

Con el tiempo, Benito y los demás animales del bosque comprendieron que sentirse triste también es normal y que todos no sentimos así en algún momento, así como que, lo verdaderamente importante, es poder darnos cuenta de la presencia de esa nube gris y aprender a manejarla y disiparla.

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Juntos exploraron el bosque, compartieron risas, confesiones, momentos inolvidables…y, aunque hubo más días tristes en el bosque, la felicidad siempre volvía a aparecer, brillando cada vez casi más que la anterior. Benito, por su parte, creció siendo el conejito juguetón y feliz que siempre había sido, consciente de que la tristeza es solo una parte más de la vida y de que la amistad es la mejor de las herramientas para acabar con ella.


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