Mateo y la puerta mágica

Mateo y la puerta mágica

Cuento: Mateo y la puerta mágica

 

Érase una vez un niño llamado Mateo, de grandes ojos oscuros y baja estatura, que vivía junto a sus padres una vida normal sin ningún tipo de contratiempo. Lo único verdaderamente curioso de la vida de Mateo fue una vez que, siendo muy pequeñito, había intentado entrar en el cuarto que había en el fondo de la casa. Pero su papá, que era un hombre muy perspicaz, se dio cuenta al instante evitando que Mateo entrara.

Entonces, cando Mateo preguntó la razón por la cual no podía entrar, su padre dijo solemnemente:

  • Hoy vas a tener que confiar en tu padre. No puedo decirte la razón por la cual no puedes atravesar esa puerta, pero sí puedo decirte que, cuando crezcas y tengas edad suficiente, podrás verlo con tus ojos y lo entenderás.

 

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Aquellas palabras retumbarían en la cabeza de Mateo durante muchos años y, aunque podría haberlas olvidado, como otros tantos recuerdos de cuando era más pequeño, nunca lo hizo.

Y era normal, porque aquella habitación no salía nunca de su cabeza, y muchas veces sorprendía a su padre o a su madre entrando por la puerta. A veces Mateo se asomaba como podía para tratar de vislumbrar aunque fuera un poquito, pero no lograba saber qué era aquel misterio tan grande.

Y así pasaron los años hasta que un día, poco después de haber cumplido años, su padre le dijo:

  • ¿Recuerdas esa conversación que tuvimos hace años? Pues ha llegado el momento de que sepas qué es lo que hay detrás de esa puerta.

Y aquello hizo que Mateo se emocionara mucho.

  • Pero algo debo advertirte —continuó su padre—, si no logras superar los peligros que hay ahí adentro, te quedarás allí para siempre.

 

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Así que Mateo, que era muy valiente, aun así no dudó en entrar y cruzar aquella puerta, pasando primero por un pasillo oscuro para al final encontrarse con algo que parecía un campo abierto. Era como un gran prado, pero no estaba vacío, sino que había toda clase de criaturas en él: hadas, duendes, trolls, minotauros y muchas otras especies extrañas.

Mateo estaba muy impresionado con aquello y no tenía palabras para describirlo. Sin embargo, tal y como le había dicho su padre, también había peligros: ¡un gran dragón rojo que lanzaba fuego por la boca empezó a perseguirle al poco de llegar!

Entonces Mateo pidió ayuda a las demás criaturas, que parecían amigables, pero nadie acudía a su rescate.

  • ¡Debes usar tu ingenio! —Gritó uno de los minotauros.

Pero Mateo no sabía qué hacer y el dragón lanzaba llamas de fuego sin parar y él no veía dónde esconderse. Fue entonces cuando vio un lago y, casi sin pensarlo, Mateo corrió y se sumergió en él. Entonces el dragón hizo lo mismo, pero al entrar en el agua desapareció y así Mateo logró salvarse del gran peligro. Tras esto, las demás criaturas se acercaron para aplaudirle y vitorearle por lo bien que lo había hecho: ¡Hurra! ¡Al fin lo logró!

 

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Y poco después apareció su padre, como de la nada, diciéndole:

  • Me alegra que hayas logrado superar la prueba, hijo, y es hora de que sepas que en esta casa hay mucha magia, y ya estás preparado para practicarla. Pero la magia, al igual que muchas otras habilidades, depende del ingenio, que fue lo que utilizaste para escabullirte del dragón. Y ahora quiero que conozcas a estas maravillosas criaturas, que van a ayudarte a descubrir todos tus poderes mágicos.

Acto seguido, su padre le abrazó, y de esta forma fue como Mateo conoció al fin el secreto que había detrás de aquella puerta y que no era otra cosa que el comienzo del resto de su vida…una vida absolutamente preciosa y mágica.

 


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