Cuento enviado por Patricia Franco.
Todos somos iguales | Cuentos de niños
Rosy tenía cinco años y le gustaba ir a la escuela. Sin embargo, allí había otros niños con los que ella no jugaba porque eran diferentes. Liang, por ejemplo, era una niña que había venido de un país llamado China, un poco tímida y con los ojos alargados, muy diferentes a los de Rosy.
El otro compañero de clase, que venía de un lejano lugar de África, se llamaba Akim. Este niño, que era muy alegre, tenía la piel oscura y diferente al resto de los amigos de Rosy, todos de piel más clara, y la pequeña no jugaba con aquellos nuevos compañeros, aunque no sabía bien por qué. Quizás era porque ellos parecían diferentes. Así, Liang y Akim jugaban solos, lo que les hacía sentir un poco tristes y extrañar a sus antiguos amigos.
Rosy tenía también un gato llamado Paco. Un día, este trepó a un árbol muy alto y luego no pudo bajar. Entonces, la niña llamó a su gato desesperada, pero el pobre Paco no se atrevía a bajar porque tenía mucho miedo de caerse.
Entonces, el papá de Rosy llamó a los bomberos para que ayudaran a rescatar al gatito, pero dijeron que no podrían ir porque estaban apagando un incendio. También llamó a la policía, pero tampoco pudieron ayudar porque estaban tratando de atrapar a un ladrón. Luego se le ocurrió llamar a los electricistas, que tienen grandes escaleras para arreglar las luces de la ciudad, pero también estaban muy ocupados. Mientras, el gatito temblaba de miedo y de frío en la parte más alta del árbol.
Rosy estaba muy triste pensando y observando a su gatito cuando, de repente, llegó su compañero de clase Akim con su papá y preguntó qué pasaba. La niña mostró a ambos el gatito en lo alto del árbol, y ellos comprendieron que era necesario rescatar a Paco.
El papá de Akim dijo que era pintor de casas y que traería su escalera más alta para bajar al gatito. Cuando el hombre regresó con la escalera, la colocó sobre el árbol y empezó a subir para rescatar a Paco. Subía y subía los escalones, cada vez más alto, mientras todos permanecían muy atentos mirando hacia arriba.
De pronto, el papá de Akim exclamó:
—¡Tengo al gatito!! ¡Ya está a salvo!!
Y todos los vecinos y amigos de Rosy empezaron a aplaudir felices. Tras esto la niña y su familia agradecieron mucho al papá de Akim el haber rescatado a Paco, su gatito, y para festejarlo los padres de Rosy decidieron hacer una fiesta con todos los compañeros de clase de la niña.
Rosy comprendió entonces que, a veces, las personas pueden verse diferentes por fuera: tener un color diferente de piel, de cabello, de ojos, o hasta distinto tamaños, siendo algunas personas muy grandes y otras muy pequeñas…, pero, aunque nos veamos diferentes por fuera, por dentro somos parecidos.
Por eso lo importante no es la apariencia de una persona, sino cómo es por dentro, para lo cual necesitamos conocer a la gente. Y es que lo que es esencial de verdad es que las personas sean generosas y solidarias, como el papá de Akim, que trajo su escalera sin dudarlo para rescatar al gato Paco.
Rosy, comprendió que a sus nuevos compañeros Liang y Akim, les gustaban los mismos juegos que a ella, aunque su aspecto fuera diferente y desde ese día fueron amigos inseparables. Y chirivín, chin, chin, así fue como Rosy se volvió amiga inseparable de Liang y Akim.