Cuento de Halloween: La princesa Isabel
En un reino lejano, muy lejano, encima de una colina cubierta de niebla y árboles que generaban tenebrosas sombras, se alzaba un antiguo castillo. Sus torres se perdían entre las nubes y sus muros estaban cubiertos de hiedra.
En las historias que las personas contaban, se decía que habitaba una princesa fantasma en su interior que asustaba a quienes se atrevían a acercarse. Un día, una joven valiente llamada Clara, decidió explorar el castillo a pesar de los rumores, pues a ella siempre le había gustado la aventura. Llevaba en su mochila un par de galletas y una linterna, por lo que estaba lista para cualquier sorpresa que pudiese surgir.
Al llegar hasta una puerta de grandes dimensiones, Clara sintió un gran escalofrío, y rápidamente se preguntó si sería mejor volver atrás o no. Sin embargo, su curiosidad fue más fuerte que su miedo finalmente y continuó allí. Entonces, y tras un profundo suspiro, la pequeña empujó la puerta, que chirrió como si estuviera despertando de un letargo eterno.
Al entrar, Clara encontró un gran salón lleno de polvo y telarañas, y lo empezó a recorrer. De repente, un brillo espectral iluminó la habitación: ¡era la famosa princesa fantasma! Allí estaba, con su vestido blanco ondeando suavemente y su hermoso cabello brillante como la luna, en medio de la penumbra. Pero la princesa, que no esperaba ver a aquella chica, gritó:
—¡Buuu! ¡Aléjate de mi castillo!
Clara, lejos de asustarse, sonrió y dijo:
—¡Oh! ¡No eres un espanto, eres una princesa! ¡Qué hermosa! ¡Nunca había visto un vestido tan alucinante como el tuyo!
La princesa fantasma, sorprendida, se detuvo. Hacía años y años que no escuchaba hablar a nadie, y menos cosas tan bonitas, y sus ojos tristes brillaron un poco más.
—Sí, fui una princesa, pero ahora soy solo un fantasma —dijo con un deje de tristeza en la voz—. Y desde que partí de este mundo me siento muy sola…
Las palabras de la princesa conmovieron a la pequeña Clara que, al poco, tuvo una gran idea. Pensó que, si el castillo se convertía en un lugar turístico, muchas personas irían a visitarlo y a escuchar la historia de la princesa, y entonces ella dejaría de estar tan sola y volvería a tener compañía, tal y cómo soñaba.
—¿Y si hacemos del castillo un lugar donde todos vengan a conocerte? Podríamos contarles sobre ti y tus historias. ¡Así nunca más te sentirás sola! —Exclamó Clara entusiasmada.
Entonces la princesa fantasma, intrigada, preguntó:
—¿Pero de verdad crees que funcionaría?
—¡Por supuesto! Solo necesitamos un poco de ayuda y un buen plan.
Así, juntas, las dos comenzaron a trabajar. Clara fue al pueblo y contó a todo el mundo que la princesa existía y que vivía en el castillo. Después hizo unos bonitos tickets y organizó un día de puertas abiertas, y la noticia se extendió rápidamente entre unos aldeanos emocionados y deseosos de conocer a la princesa.
Aunque algunos seguían un poco asustados por todas las historias que se habían contado en el pasado sobre el castillo, podían más las ganas de conocer a una princesa de otro tiempo que el miedo, por lo que casi todo el mundo se animó. Finalmente, el día de la visita llegó, y una multitud se reunió en la colina. Clara lideró el grupo hacia el castillo, donde la princesa, nerviosa pero emocionada, se encontraba preparada para recibir a sus visitantes.
Cuando la multitud entró, Clara se puso al frente y dijo:
—¡Bienvenidos! Esta es la historia de la princesa Isabel, que vive en este castillo desde hace muchos siglos y que tiene muchas aventuras que contar.
Y así fue como la princesa Isabel comenzó a relatar historias de su vida en el castillo: historias de los bailes, de las risas, de los banquetes tan grandes que se hicieron en aquel castillo, de sus sombras tenebrosas… Y hasta los niños escuchaban con asombro y risas, igual que los adultos, completamente encantados.
Aquella extraña experiencia hizo que el castillo cobrase de nuevo vida, y cada fin de semana se llenaba de gente nueva dispuesta a escuchar las historias de la princesa fantasma. Isabel, por su parte, pudo hacer muchos amigos y sentirse acompañada de nuevo, y preparar muchas sorpresas y aventuras a todos los visitantes. Sobre todo en Halloween, que era una de sus citas favoritas y en la que contaba historias de terror dignas del mejor de los castillos. ¡Al fin había encontrado su propósito y sus ganas de seguir flotando por el castillo! Y, aunque las leyendas estaban en lo cierto y el fantasma existía, ¡el castillo era el más fabuloso y divertido del mundo!