Cuento de Halloween: La terrorífica aventura de Laura
Aquel Halloween, la pequeña Laura se había puesto un disfraz de fantasma, y al anochecer se reunió con sus amigos, María y Francisco, para comenzar a planificar los tres qué harían durante ese día tan especial.
- Deberíamos ver una película de miedo, eso hacen los niños mayores… —Dijo María, que se había disfrazado de bruja.
- O deberíamos dar un paseo y asustar a todos los que nos encontremos. —Dijo Francisco, que se había disfrazado de Drácula.
- ¡Vosotros sois muy aburridos! —Dijo Laura— Yo tengo un verdadero plan genial para una noche como la de hoy, ¡un plan para los más valientes!
María y Francisco miraron a Laura con curiosidad, esperando que les contara qué era eso tan terrorífico y genial que había planeado.
- A dos calles de aquí se encuentra una casa abandonada. He pasado por ahí muchas veces con mis padres y estoy segura de que dentro habrá fantasmas. —Dijo Laura.
Entonces Francisco y María se intercambiaron unas miradas de sorpresa. Querían pasar una divertida noche de Halloween, eso seguro, pero ver fantasmas de verdad les daba un poco de miedo.
- Y… ¿cómo estás tan segura de que puede haber fantasmas ahí, Laura? —Preguntó Francisco.
- Pues es algo sencillo, porque siempre que paso por ahí escucho unos llantos muy extraños. Y no de una, ni de dos…, ¡sino de varias personas! Y se escuchan desde lejos, os lo juro, no es imaginación mía, creo que mi mamá también lo escuchó. —Respondió Laura convencida de sus palabras.
María y Francisco aceptaron acompañar a Laura hasta la casa, pero no pensaban entrar y… esperaban que Laura tampoco se atreviera a hacerlo. Habían decidido acompañarla para ver si se cansaba y podían todos volver a su tradicional paseo de truco o trato, como una noche de Halloween normal.
Sin embargo, cuando al fin llegaron a la casa se dieron cuenta de que era cierto todo lo que Laura contaba: la casa se veía completamente abandonada y la sensación era muy, muy extraña. Las puertas y las ventanas estaban cerradas con tablas de madera, pero aun así se percibía un tenue sonido de llantos que parecían proceder del interior.
- Laura, no deberíamos estar aquí… —Dijo María con mucho miedo.
- ¡No seáis cobardes! —Les gritó Laura.
Y, sin mucho esfuerzo, abrió la puerta de la casa, cuyo interior estaba muy oscuro. María y Francisco, por su parte, estaban completamente aterrados con el sonido de aquellos llantos y no quisieron entrar, pero Laura caminó decidida hacia delante con una linterna, dispuesta a encontrarse con lo que fuera que hubiera allí.
La pequeña Laura también tenía miedo, para qué ocultarlo, pero deseaba tanto parecer valiente frente a sus amigos que, cuando vio la oscura inmensidad del pasillo, solo pudo avanzar sin pensar en nada más. Así, mientras Laura caminaba, sentía una curiosa sensación de que no debía temer nada, por lo que continuó avanzando hastas encontrar de una vez por todas la procedencia de los ruidos. Y al poco rato…
- ¡Venid! ¡Encontré a los fantasmas y necesito vuestra ayuda! —Gritó Laura para que sus amigos la escucharan.
María y Francisco, pensando que su amiga se encontraba en peligro, encendieron sus respectivas linternas y decidieron finalmente entrar, a pesar de su miedo. Y así, cuando encontraron a Laura, pudieron comprobar que en aquella casa no había ningún fantasma y que los llantos que se oían desde la calle eran de unos pequeños perritos huérfanos que parecían tener hambre.
- Lloran porque tienen hambre—Dijo Laura un poco triste. — Seguro que a su mamá le pasó algo…, ¡pero ahora nosotros podremos ayudarles!
Los temidos fantasmas eran en realidad seis perritos en total, por lo que cada uno de los niños cogió dos en brazos y salieron con ellos hacia la calle poniendo de nuevo rumbo a casa. No sabían muy bien cómo ayudarlos, pero no podían dejarlos ahí, así que se dirigieron todos a casa de Laura para ver si sus padres, que eran muy amantes de los animales, sabían cómo ayudar.
Sin duda aquel no había sido un Halloween especialmente terrorífico, pero los niños se sintieron muy felices de haber ayudado a aquellos pobres perritos, a los que desde entonces prometieron cuidar.
- ¡Os dije que no había que tener miedo! —Dijo Laura al día siguiente a sus amigos. — Ahora tenemos a seis nuevos amigos que nos acompañarán por siempre y que harán del próximo Halloween una experiencia nueva y alucinante. ¿No os parece?
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