El reno que no quería volar

El reno que no quería volar

Cuento: El reno que no quería volar

 

No hay en el mundo renos como los de Papá Noel. Son renos grandes, musculosos y poderosos, y es que no puede ser de otra forma, ya que, para lograr recorrer el mundo entero con un saco lleno de todos los regalos del mundo, no pueden ser renos normales los que acompañan a Papá Noel.

Pero aquel año iba a ser la primera vez del reno Eduardo: al fin acompañaría a Papá Noel a recorrer el mundo entero, pero con solo pensarlo el pobre temblaba de miedo. ¡No quería volar por nada del mundo! Y es que él no era un reno como los demás, ni tan grande ni tan musculoso. Era solo un pequeño reno que, por haber nacido en los establos de Papá Noel, debía participar también en las labores de la Navidad.

 

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Entonces, los demás renos le preguntaban:

—¿Acaso no estás emocionado por tu primera vez junto a Papá Noel en el trineo?

Pregunta a la que Eduardo no respondía, marchándose tras escucharla cabizbajo.

Aunque lo que más miedo le daba a Eduardo no era volar, si no fallar a Papá Noel o entorpecer una labor tan importante como la de llevar felicidad a todos los niños del mundo en el día más esperado del año. ¡Aquello era demasiado para Eduardo! Y así decidió que no volaría en el trineo finalmente. “¡Mejor así!”, pensaba. Pero había un problema bastante serio, y era que no se lo había comunicado a  Papá Noel y quedaba poco tiempo, pero es que no tenía valor para hacerlo, por lo que lo fue posponiendo.

De esta forma pasaron los días, uno tras otro. Los copos de nieve caían desde el cielo, los duendes trabajaban en los juguetes, Papá Noel revisaba su lista de niños… y la Navidad casi estaba a punto de empezar. El día antes, en Nochebuena, Eduardo al fin se armó de valor y, poco antes de salir, le dijo su parecer a Papá Noel. Papá Noel escuchó atentamente todo lo que Eduardo tenía que decir, como hacía con todos los que hablaban con él, y una vez que terminó de exponerle sus razones, Papá Noel dijo:

—¡Oh, mi pequeño reno! ¡Te has preocupado todo este tiempo por un problema que no existe! Esta es tu primera vez y no conoces el secreto que solo saben los renos que van conmigo en el trineo…

Eduardo se mostró muy confundido mientras Papá Noel continuó:

—Los músculos, el tamaño, la fuerza física… no ayudan a llevar un trineo a todos los rincones del planeta. Si fuese así, cualquier persona que tuviera renos en buenas condiciones podría hacerlo. Pero es que hay algo más, mucho más. Una magia que muchos, pero no todos, tienen, y es la del poder de tu corazón. ¡Eso es lo que te permitirá volar! Confía en mí y verás que lo que te digo es cierto.

 

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Desconcertado, Eduardo se marchó y esperó a que llegase la hora de partir. Más tarde, ya en posición junto con los otros renos, Eduardo volvía a temblar de miedo, pero ya no había nada que pudiese hacer, era demasiado tarde. De repente, Eduardo escuchó a Papá Noel decir unas palabras mágicas, que no se pueden escribir en esta historia, y su corazón latió con una fuerza súbita. Acto seguido corrió junto con los otros renos a una gran velocidad, elevándose en el cielo por encima de los talleres y de las casas, por encima de las nieves y de las nubes.

Y no era la fuerza lo que empujaba a aquellos felices renos, sino el valor y el gran corazón que tenían, pues eso es lo que hace que logremos las cosas más increíbles de nuestras vidas. Aquella fue solo la primera Navidad de todas en las que Eduardo acompañó a Papá Noel y a los otros renos, y nunca más se volvió a sentir como si no pudiera lograr algo, pues ya nunca más volvió a dudar de sí mismo.


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1 Comentario

  1. Dilan Sierra

    Gracias por su labor, que buen cuento. Abrazos y éxitos..

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