Cuento navideño: Las galletas de Amelia | Bosque de Fantasías

Las galletas de Amelia

Las galletas de Amelia

Cuento navideño: Las galletas de Amelia

 

Aquella Navidad, la pequeña Amelia estaba a punto de vivir unas fiestas muy especiales. Después de varios años, al fin iba a pasar unos días mágicos con su abuela, a quien no veía tan a menudo como quería al vivir en otro país. Amelia quería hacer algo único para poder recordarlo siempre, así que, después de pensar un buen rato, se le ocurrió la idea perfecta: ¡preparar las famosas galletas de jengibre de su abuela! Mamá le había contado tantas veces cómo olían y sabían, que Amelia ya casi podía imaginarse el aroma a la perfección. Incluso los vecinos las habían probado, y decían, ¡que eran las galletas más deliciosas del mundo!

 

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Cuando la abuela por fin había llegado a casa, Amelia le contó su plan de vacaciones, a lo que la abuela sonrió encantada aceptando enseguida. Sin embargo, había un ligero problemilla… ¡la abuela ya no recordaba bien la receta! Había pasado tanto tiempo de la última vez, que los detalles se le habían olvidado, aunque estaba segura de haber apuntado todo en algún papel. Así que, a Amelia se les ocurrió buscar en la vieja caja de recuerdos de mamá, que estaba llena de fotos, libretas y cosas especiales de tiempos pasados.

Todo dispuesto, Amelia fue sacando cada cosa con los ojos muy abiertos, mientras la abuela le cuenta la historia de cada objeto conservado por su hija. Y entre todo aquello, encontraron una preciosa foto de la abuela cuando era niña, con las manos llenas de harina y horneando en la cocina. Amelia se rió mucho al verla tan joven, y le pidió que le contase cómo era todo en esa época. La abuela, por su parte, le explicó que, cuando ella era pequeña, hornear galletas en Navidad era una tradición en la familia y algo de lo más valioso.

Después, Amelia encontró otra foto del día de la boda de la abuela, donde sonreía mucho junto al abuelo, que ya no estaba, y también una foto de su antiguo perro, que, según la abuela, se sentaba cada Navidad a esperar las deliciosas migajas de las galletas. Amelia se lo pasó en grande pensando en ese perrito degustando los restos de las galletas de su abuela, pero, a pesar de todos aquellos recuerdos precioso, ¡la receta de las galletas de jengibre no parecía estar!

Entonces, abuela y nieta revisaron también los cuadernos que se encontraban en la caja, que parecían diarios en los que la abuela había ido anotando sus pensamientos y recuerdos, pero ni rastro de la receta. Y justo cuando estaban a punto de rendirse, Amelia dijo:

—No pasa nada, abuela. Gracias por intentarlo conmigo.

Y al rato, en el fondo de la caja, Amelia pudo distinguir una última foto que estaba como escondida. En la imagen, una niña muy parecida a ella se encontraba horneando galletas, con una sonrisa igualita a la suya. Muy confundida, Amelia preguntó a su abuela si era ella también la de esa foto, a lo que la abuela sonriendo contestó:

—No, querida Meli, esa no eres tú, es Manuela, tu mamá, cuando era pequeña. Ella también quiso aprender a hacer galletas de jengibre conmigo. Por eso escribí aquella receta, para que no se me olvidara y ella pudiera aprenderla.

Amelia se sorprendió mucho y sintió un cariño especial al ver a su mamá tan pequeña en la foto, y entonces, cuando la giró…, ¡sorpresa! ¡Ahí estaba la receta de las famosas galletas de jengibre! La abuela la había escrito en la parte de atrás, en letra chiquitita: “Receta de galletas de jengibre de mi mamá, las más deliciosas del mundo, para que nunca se me olvide cómo hacerlas”. Y las dos se echan a reír sin parar, felices de saber que el plan al fin podría cumplirse.

Así, la pequeña Amelia y su abuela pasaron la tarde horneando juntas, siguiendo cada paso de la receta de la bisabuela y haciendo que el aroma a jengibre, canela y amor llenase toda la casa. Esa misma noche colocaron las galletas junto al árbol de Navidad para Papá Noel, contentas y orgullosas del trabajo en equipo que habían hecho.

 

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A la mañana siguiente, junto a los regalos, Amelia encontró una nota de lo más especial:

—Gracias por las galletas, la receta de la abuela es mi favorita. Además de los regalos, te llevas el mejor regalo de todos: el de nunca rendirte y siempre intentarlo hasta el final, porque así siempre se logran las cosas buenas. Con cariño, Papá Noel.

Y Amelia guardó aquella nota con muchísimo cariño para siempre, junto al resto de tesoros y recuerdos valiosos que su abuela compartió con ella.


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