El tren que viajaba a las estrellas
Cada noche, cuando el reloj marcaba la hora de dormir, Mateo se preparaba para su aventura favorita. Los demás niños simplemente se acurrucaban en sus camas, pero él sabía que la suya no era una cama como cualquier otra pues, tan pronto como apoyaba la cabeza en la almohada y cerraba los ojos, esta se transformaba en un tren mágico que lo llevaba a los lugares más increíbles del universo.
Así, una noche como cualquier otra, Mateo sintió cómo su cama comenzaba a vibrar suavemente, las ruedas del tren cobraban vida y las paredes de su cuarto desaparecían dando paso a un cielo estrellado que se extendía por todas partes. Y Mateo sonrió completamente emocionado.
—¿A dónde vamos hoy? —preguntó mientras el tren avanzaba suavemente por las vías de luz que se extendían al frente.
—Esta noche vamos a las estrellas —respondió una suave voz—Prepárate, Mateo, porque nos esperan grandes aventuras.
Era el tren quien le hablaba, y su voz siempre le mantenía tranquilo, pues era muy reconfortante. Entonces el tren subió y subió dejando atrás las nubes, y pronto Mateo se encontró viajando entre constelaciones brillantes. La primera parada del tren fue en una estrella que cantaba suavemente, cuya luz dorada tintineaba al ritmo de su canción.
—Bienvenido, Mateo —dijo la estrella al verlo—. Aquí aprendemos a cantar antes de dormir, pues nos ayuda a relajarnos y a soñar bonito.
Mateo escuchó lo que la estrella cantaba y sintió cómo su cuerpo se relajaba. La música era tan suave y acogedora que por un momento casi se quedó dormido. Pero el tren volvió a ponerse en marcha, con su chu-cu-chú, llevándole hacia el siguiente destino. La siguiente parada fue un planeta que giraba lentamente mientras dormía. Mateo observó con fascinación cómo el planeta daba vueltas sumido en un profundo sueño y dando algunos ronquidos ocasionales.
—Es importante descansar—dijo el planeta en un susurro, sin dejar de girar y sin abrir los ojos—. Así, cuando despertamos, estamos listos para un nuevo día lleno de energía.
Y Mateo asintió, comprendiendo lo importante que era dormir bien.
—Gracias por recordármelo, señor planeta —dijo Mateo antes de subirse de nuevo al tren.
Tras esto el viaje continuó hacia otros lugares mágicos. En una parada, el pequeño pudo ver un grupo de nubes suaves que servían de almohadas para las estrellas más pequeñas.
—Aquí las estrellas duermen en nubes mullidas —explicó el tren—. Cada una tiene su lugar especial para descansar, pero siempre es un lugar cómodo.
Finalmente, el tren comenzó a ralentizarse más y más mientras llegaban hasta la última parada: una estrella brillante y cálida que parecía brillar más que las demás, por lo que Mateo supo de inmediato que esa era su estrella favorita. Rápidamente se bajó del tren y se tumbó sobre la estrella, que era tan suave como una manta cálida. Allí, Mateo sintió una paz profunda, como si ese fuera el lugar perfecto para dormir, y ni siquiera le molestaba la luz, pues el brillo de la estrella no era molesto como el del sol, sino acogedor.
—Es aquí donde siempre deberías venir cuando necesites descansar —dijo el tren con una voz tan suave como la de un susurro.
Entonces el pequeño Mateo cerró los ojos envuelto en la calidez de la estrella y sintió que el sueño le envolvía por completo. Y aquella noche durmió una vez más profunda y serenamente, feliz de saber que su tren personal siempre le llevaría hasta los lugares más mágicos del universo y que no había qué temer, pues el descanso es la base de toda gran aventura.