Una pirata muy feroz
Ser un pirata que navega con éxito por el mar es algo realmente muy difícil, porque debes estar al acecho todo el día, caminar como si tuvieras una pata de palo y, sobre todo, ser muy rudo. Ser rudo significa que debes saber navegar sin temor, encontrar tesoros y ser respetado por el resto de los piratas, o al menos era lo que se pensaba entre todos los piratas más famosos.
Eso hacía que para Rosita ser una pirata pareciera algo imposible, porque era una niña y su nombre era demasiado bonito y tierno para ser el de una pirata, y además no le gustaba cojear cuando caminaba.
- Una niña no puede ser un pirata— Le dijo una vez el pirata Joe a Rosita en un puerto, cuando se presentó allí dispuesta a trabajar en su barco.
- ¡Pues ya verás como sí!—Contestó Rosita muy ofendida al pirata Joe, a pesar de que, en el fondo, pensaba que tenía razón.
Las palabras de aquel pirata habían ofendido tanto a la pequeña Rosita, que ni corta ni perezosa decidió demostrar que estaba completamente equivocado. Así, y trazando un plan increíble, la pirata Rosita reunió a sus amigos para coger prestado el barco del abuelo Jack y navegar con él hasta la Isla Despiadada, un lugar remoto en el centro del océano, donde se encuentra un gran tesoro protegido por una calavera malvada. La Isla Despiadada era un lugar muy difícil de encontrar, y la leyenda decía sobre él que, a unos kilómetros de aquella isla, había un calamar gigante capaz de hundir cualquier embarcación y dejar a toda una tripulación entera a la deriva.
- No os preocupéis, amigos, porque son solo leyendas —Decía Rosita mientras guiaba el timón del barco para llevar a cabo el plan.
- De acuerdo, pero te falta gruñir como un auténtico pirata —Dijo muy contento su mejor amigo Raúl.
- ¡Ah, cierto! ¡Arrrrg Arrrrg! —Gruñó entonces Rosita dirigiéndose a toda su tripulación.
Pero como las leyendas suelen estar basadas en hechos reales, muy pronto descubrieron que lo que contaban los viejos piratas tenía algo de verdad, y lo descubrieron cuando estaban cerca de llegar a la Isla Despiadada, cuando del mar aparecieron miles de calamares pequeños que se pegaban al barco.
- Capitana… ¿Qué vamos a hacer ahora? —Preguntó Raúl bastante asustado.
- Usaremos un poco de limón de la bodega, así, cuando lo saboreen, les sabrá tan ácido que se alejarán rápidamente —Dijo Rosita inmediatamente muy decidida.
Todos comenzaron a cortar limones y a exprimirlos alrededor del barco, haciendo que los calamares se alejaran rápidamente por el sabor tan ácido que le suponía el caldito del limón. Una vez fuera de peligro, todos continuaron navegando hasta la Isla Despiadada. Rosita sacó el mapa y comenzó a guiar la expedición, atravesando una selva húmeda, arenas movedizas y ruinas encantadas hasta llegar al lugar donde se escondía el mayor tesoro de todos.
“Ningún hombre puede llevarse este tesoro”, dijo una voz profunda de pronto, y tras ella, pareció formarse una nube de humo de la que surgió una extraña calavera, tan feroz que daba auténtico miedo. ¡Hasta sus ojos parecían emitir una luz roja! Todos en el grupo se atemorizaron al ver a la calavera…, menos Rosita, claro, que era muy decidida y no dudó en enfrentarse a ella con mucho valor.
- ¡Ja! ¡Pero yo soy una niña, y no un hombre! Así que… ¡sí que podré! —Dijo la pequeña pirata, y sacando su espada le ordenó a la calavera que se hiciera a un lado.
- Veo que eres valiente y podrás romper mi maldición —dijo la calavera colocando el cofre dorado frente a la pequeña pirata—, pero primero responde a esta adivinanza: «Oro parece, plata no es. El que no lo adivine muy tonto es».
- Pues está difícil —Dijo Raúl mordiéndose las uñas.
- La respuesta es: plátano —Dijo Rosita tras pensarlo un poco.
Tras dar con la respuesta correcta de la adivinanza, la calavera le agradeció su esfuerzo y desapareció, dejando tras de sí el gran tesoro frente a la feroz pirata. Ese día, Rosita supo que nada podía impedir que una niña cumpliera su sueño: ni una calavera gigante, ni muchos calamares, ni las arenas movedizas…ni muchos y muy famosos piratas capaces de decir que nunca podría hacerlo.
Al volver al puerto todos escucharon la historia de Rosita, la feroz pirata que triunfó en la isla despiadada. Y desde entonces no ha habido pirata alguno que no tiemble al escuchar la leyenda de Rosita, la pirata más valiente, decidida y feroz de los mares.
Muy buen cuento, nos gustó muchísimo
A mi hermano menor y a mi nos encantó el cuento