FÁBULA CORTA: El elefante y los tres ciegos | Bosque de Fantasías

El elefante y los tres ciegos

El elefante y los tres ciegos

Fábula: El elefante y los tres ciegos

 

Érase una vez tres hombres ciegos que eran muy amigos, los cuales se conocían desde que eran muy jóvenes. A pesar de ser ciegos eran completamente funcionales y no tenían problemas en su día a día. Es más, se podría decir que eran tres hombres muy sabios, que siempre se reunían en las tardes debajo de un roble para discutir sobre temas muy profundos y complejos: a veces de ciencia, a veces de literatura, otras veces de política, otras de filosofía…

Un día se encontraban los tres descansando cuando escucharon unos ruidos de pasos que hacían temblar la tierra. “¿Un terremoto?” Se preguntaron. Pero nada de eso. Se trataba de un viajero que llevaba un elefante con una correa al cuello como si se tratara de un perro:

—Lo siento, caballeros —dijo el viajero—, no pretendía molestarles. Mi nombre es Kiran y me dirijo a un lago cercano para que mi elefante beba agua.

 

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“¿Un elefante? ¿Habían oído bien?” Así que preguntaron para comprobar si lo que habían escuchado era real. Entonces, cuando el viajero Kiran les dijo que sí, los tres hombres ciegos pidieron tocar al elefante, pues por aquel lugar no eran comunes y nunca habían estado cerca de uno.

Al ver las miradas perdidas de los tres hombres Kiran se dio cuenta de que eran ciegos, por lo que accedió a que pudieran tocar al elefante para que se hicieran a la idea de cómo eran estos animales. Así las cosas, el primer hombre palpó al elefante por las patas y dijo:

—Oh, nunca habría esperado que los elefantes fueran como las columnas de un templo, grandes, pesadas y altas.

El segundo, que palpaba al elefante por las orejas, tuvo una opinión distinta:

—¡No puede ser! En realidad los elefantes son como los abanicos, porque parecen tener una lona inmensa que se abre y que se mueve propiciando un agradable viento.

Y el tercer hombre, que había palpado al elefante por la trompa, tampoco estaba de acuerdo con ninguno de los dos primeros:

—¡Ni hablar! No puede ser como una columna de un templo y tampoco como un abanico. ¡En realidad los elefantes son como una gran manguera!

 

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El viajero Kiran se quedó maravillado, pues pudo contemplar cómo los tres hombres habían tocado al mismo elefante por distintos puntos obteniendo una opinión muy diferente sobre el animal y sin ponerse de acuerdo entre sí. Así, y tras un rato, cuando vio que la tarde iba terminando, Kiran se excusó con los tres ciegos y siguió su camino para que el elefante pudiese al fin saciar su sed. Ellos, en cambio, se quedaron en el mismo lugar discutiendo hasta que cayó la noche sin dar su brazo a torcer, y al día siguiente discutieron otro tanto, sin llegar a ponerse de acuerdo en cómo era en realidad un elefante y sin saber que los tres tenían razón.

Y así los tres ahombres continuaron discutiendo largamente hasta que se olvidaron de la discusión y volvieron a hablar de otras cosas, sin llegar jamás a ponerse de acuerdo en cómo son los elefantes. Y es que, como suele ocurrir siempre, las personas se forjan las opiniones en función de su experiencia, lo que no significa que no tengan razón, sino que a veces se piensa distinto.


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