El niño y los dulces

El niño y los dulces

Fábula corta: El niño y los dulces

 

Érase una vez un niño que era muy aficionado a comer dulces. Como su madre sabía que a su pequeño le encantaban las golosinas, ella siempre tenía un recipiente lleno de chuches en lo alto de un estante de la cocina. Así, de vez en cuando le daba un dulce, pues sabía que comer muchos podía causarle una indigestión o dañarle los dientes. Sin embargo, el pequeño nunca se conformaba con las golosinas que su madre le daba, y no hacía sino soñar con algún día hacerse con el recipiente entero que su madre guardaba en la cocina. Pero ¿cómo podía hacerlo, si su madre siempre estaba vigilando?

 

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La oportunidad se presentó un día en que su mamá no estaba en casa. Así, sin dedicar ni un segundo a pensar, el muchacho cogió una silla y se subió para alcanzar el alto estante y así hacerse con el recipiente de golosinas. ¡Lo había logrado, lo había logrado! ¡Por fin tenía todas esas golosinas para él solo! Con la boca hecha agua metió la mano en el recipiente, y en vez de tomar una sola golosina a la vez, cogió con el puño todas las que pudo. No obstante, cuando intentó sacar la mano del bote, se dio cuenta de que estaba atascada.

Intentó sacarla una y otra vez, haciendo tanta fuerza que la mano se le puso roja, pero no había nada que hacer. Movía el brazo hacia la izquierda, hacia la derecha, hacia atrás, hacia adelante…, pero no podía sacar la mano del recipiente. Agitó la mano en el aire, ¡incluso intentó apretar el frasco con las piernas y tirar muy fuerte para así sacarla! Pero no había manera, su mano estaba completamente atrapada.

Además, sabía que su mamá podía volver en cualquier momento y que se molestaría mucho al ver que se había acercado al bote de golosinas. ¡Seguro que le castigaría durante semanas! De solo pensar en el castigo que se le venía encima, el pequeño se echó en el suelo a llorar, aunque para su suerte, su llanto fue escuchado por un amigo que casualmente paseaba por allí y que, al escucharle llorar, entró en la casa para ver qué pasaba.

  • ¡Que mi mano se ha quedado atrapada en este recipiente! —Le dijo el niño a su amigo.

Cuando este examinó la mano, rápidamente supo qué era lo que sucedía.

  • Creo que sé cómo ayudarte —dijo—, porque la solución es más fácil de lo que te imaginas. Suelta la mitad de las golosinas que tienes en la mano, y así tendrás menos grande el puño y podrás sacar la mano del recipiente.

El niño no quería soltar las golosinas, quería sacar todo lo que fuera posible para darse un gran atracón, pero viéndose en esa posición tan penosa, hizo caso a lo que su amigo decía y dejó caer la mitad de las golosinas que tenía en la mano. ¡Solo de esa forma pudo sacar la mano del recipiente! ¡Su amigo tenía razón! Pasado el disgusto el niño se secó las lágrimas, y con una gran sonrisa compartió las golosinas con su amigo.

 

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Moraleja de la fábula del niño y los dulces

 

La moraleja de esta fábula, amiguitos, es que a veces nos encaprichamos y queremos tener más de lo que necesitamos, y esto, a la larga, termina por hacernos daño. Es mejor conformarse con lo necesario y aprender a ser felices con eso. La mamá del niño sabía que las chuches podían ser peligrosas, y no solo porque muchas hacen daño a la tripa, sino porque el bote estaba muy alto y su hijo podía caerse. Afortunadamente, pensar con claridad y tener un poquito de ayuda, permitió que esta historia terminase bien.


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