La paloma y la hormiga

La paloma y la hormiga

La paloma y la hormiga

 

Érase una vez una hormiga que se encontraba buscando hojas en el bosque.

La hormiga había escuchado que, cerca de un gran río, las hojas de los árboles eran más grandes y más verdes, así que se dirigió hacia aquel lugar.

—Llevaré las mejores hojas al hormiguero, y todas las demás hormigas estarán muy felices —Pensaba.

 

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Pero sucedió que, mientras tomaba una gran hoja, verde y deliciosa en sus brazos, cayó en el río.

La corriente del río arrastró a la pobre hormiga, que trataba de sostenerse de la hoja que había arrancado del árbol.

—¡Auxilio! ¡Auxilio! —Gritaba la hormiga, pensando en que nunca podría volver a su hormiguero.

Entonces, una paloma que se encontraba cerca, escuchó los gritos de auxilio de la hormiga y se acercó para ver qué sucedía, dándose cuenta de que había un pequeño animalito en peligro.

—No puedo dejar que la hormiga se ahogue —se dijo la paloma.

Así que descendió hasta donde se encontraba la hormiga, diciéndole:

—¡Agárrate de mi pata!

La hormiga, con mucha dificultad, soltó la hoja de la cual se sostenía y se aferró a la pata de la paloma. Después, apenas sintió las pequeñas patas de la hormiga, la paloma se elevó y luego volvió a aterrizar en tierra firme.

La paloma le había salvado la vida, y la hormiga se sintió muy, muy agradecida.

 

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—¡No puedo creer lo que has hecho por mí! —Le dijo la hormiga—. Si no hubieras estado por aquí, probablemente no me habría podido salvar. Y por haber salvado mi vida, siempre estaré en deuda contigo.

A la paloma le hicieron un poco de gracia las palabras de la hormiga, pues pensaba que de nada le serviría el agradecimiento de un animal tan pequeño. ¿Qué favor podría hacerle? Si apenas podía cargar hojas para su hormiguero. Quizás si se tratara de un animal más grande, como un perro o un gato, podrían hacerle algún favor en el futuro.

Sin embargo, la paloma no quería ser grosera con la hormiguita, así que le dijo:

-—No te preocupes, estoy segura de que algún día podrás devolverme el favor.

—¡Por supuesto que sí! —Respondió la hormiga.

Tras esta conversación, la hormiga cogió una gran hoja verde del mismo árbol y se dirigió hacia su hormiguero. La paloma, por su parte, volvió a su nido.

Días después, mientras la hormiga salía de su hormiguero lista para buscar verdes hojas de nuevo, se dio cuenta de algo curioso: unos cazadores habían llegado al bosque y se preparaban para cazar pájaros.

—En este bosque hay palomas —decían—, seguro que cazamos unas cuantas.

Al oír aquello la hormiga hizo todo lo posible por llegar hacia donde estaba la paloma, pues cuando eres tan pequeño como un insecto, las cortas distancias te parecen muy largas. Por suerte la paloma bebía agua del río cuando la hormiga la encontró. Entonces, sin tiempo de decirle que el peligro se acercaba, picó a la paloma en la pata al tiempo que se escuchaba un disparo. Así, la paloma supo qué sucedía y pudo huir de los cazadores, siendo salvada por el oportuno aviso de la hormiga.

Y gracias a la acción de la hormiga la paloma aprendió que incluso el animal más pequeño puede hacerte un gran favor, y que nunca debemos menospreciar la importancia de los demás, sin importar si son pequeños o si son grandes.


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