Fábula infantil corta: La rana sorda | Bosque de Fantasías

La rana sorda

La rana sorda

Fábula: La rana sorda

 

Érase una vez un grupo de ranas que se encontraban atravesando un bosque. Parecía un día normal como cualquier otro, con el sol brillando en el cielo y la brisa soplando entre los árboles. Pero entonces, sucedió que dos de las ranas del grupo cayeron en un hondo pozo.

Un poco más adelante, al darse cuenta de que faltaban dos ranas, el grupo frenó su camino, y entonces se encontraron con que las dos ranitas estaban dentro de un pozo muy profundo. Rápidamente notaron que era más profundo de lo que pensaban, ya que sus compañeras saltaban pero no podían lograr salir de él.  Saltaban una y otra vez, con todas sus fuerzas, pero sus saltos no eran suficientes para logar escapar. Fue entonces cuando las ranas de la superficie empezaron a gritar a las que se encontraban en el pozo para que dejaran de intentarlo:

—¡No lo intentéis! —Gritaban a las pobres ranitas del pozo— ¡Nunca lo lograréis! ¡Lo mejor es que os rindáis de una vez!

Sin embargo, el pozo era tan profundo que las ranas no podían escuchar lo que sus compañeras de la superficie decían, por lo que seguían saltando para intentar escapar. Dándose cuenta de que no escuchaban nada, las ranas de la superficie gritaron con más fuerza, haciendo gestos con sus manitas para que las ranas del pozo al fin las escucharan:

—¡Dejadlo! —Seguían gritando— ¡No hay nada que hacer! ¡Es mejor que renunciéis, porque nunca podréis salir de ahí!

Al fin, una de las dos ranas escuchó lo que decían, y al comprenderlo perdió toda la motivación que tenía. De este modo, y sintiéndose tremendamente desmoralizada, se dejó caer al suelo tras un último salto, tras lo cual la pobre rana murió de cansancio y de tristeza.

 

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En cambio, su compañera, lejos de desmoralizarse, cada vez lo intentaba con más ímpetu. Y, aunque las otras ranas seguían gritando que renunciara, ella no desistía:

—¡Deja de sufrir! ¡Renuncia ya!

Pero aquella rana parecía incansable y no se detenía. A pesar del gran esfuerzo que estaba haciendo y del desgaste que suponía, la rana lo siguió intentando y, cada vez que saltaba, lograba llegar un poquito más alto.

Entonces, de repente, frente a los ojos atónitos de las ranas que se encontraban en la superficie, la rana que quedaba en el pozo logró saltar lo suficientemente alto como para salir de donde estaba, dejando a las otras completamente maravilladas. ¡No podían creer que la rana hubiera logrado salir, incluso aunque le habían dicho que se rindiera porque nunca lo iba a lograr! Más tarde, eso sí, se dieron cuenta de que la rana que había logrado salir era sorda, y que en realidad creía que la estaban dando aliento, lo cual le dio la motivación suficiente como para logar salir finalmente del pozo.

La moraleja de esta historia, amiguitos, es que nuestras palabras tienen un gran poder. Por eso, cuando le damos aliento a alguien, esa persona puede llegar muy lejos, como la ranita que logró salir del pozo gracias a creer que sus compañeras la estaban alentando. Del mismo modo, debemos tener en cuenta que las palabras negativas pueden llegar a desmoralizar a los demás llegando a hacer mucho daño, como le sucedió a la ranita que se quedó en el pozo. ¡En nuestra mano puede estar!

 

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