Leyenda armenia: El árbol de las manzanas de oro
Érase una vez un gran rey que tenía un árbol que daba manzanas de oro. Tal era su obsesión con ese árbol, que todas las mañanas las contaba, hasta que un día vio que faltaba una de ellas. Confuso, ordenó a uno de sus tres hijos que hiciera guardia junto al árbol para que no volviera a pasar, pero éste se durmió, faltando al día siguiente otra de sus manzanas.
A su segundo hijo le ordenó la misma tarea, pero también se durmió, por lo que a la mañana siguiente faltaba otra manzana. Finalmente, le encomendó la misma tarea a su último hijo. Éste estuvo atento durante la noche, y cuando escuchó un ruido entre las hojas, hizo uso de su arco lanzando una de sus flechas.
Al día siguiente, el rey vio debajo del árbol una pluma dorada, y fascinado con el pájaro que tuviera aquel plumaje, ordenó a sus hijos buscarlo. El primero de los hijos, al comenzar su camino en busca del pájaro dorado, se encontró con una zorra que le dijo:
—Si quieres encontrar al pájaro dorado, no te pares en la posada.
El hijo hizo caso omiso al consejo de la zorra y trató de cazarla. Al cabo del tiempo, al ver el rey que no volvía su primer hijo, ordenó al segundo ir a buscar al pájaro. En el camino se encontró con la zorra, que le dio el mismo consejo, pero el segundo hermano también se quedó en la posada. Por último, el rey hizo partir al tercero de sus hijos, que sí hizo caso de los consejos de la zorra, encontrando el pájaro dorado en un castillo de otro reino.
—Para coger el pájaro de oro no lo cambies de jaula, o de lo contrario todos se despertarán —dijo la zorra.
El príncipe no hizo caso del consejo, y al cambiar el pájaro de jaula, hizo tanto ruido que la guardia se despertó y lo apresó. A la mañana siguiente, el rey del castillo, al oír la historia que le contó el joven príncipe, le dijo:
—Te dejaré ir y además te daré el pájaro que deseas, si me traes el caballo de oro.
El príncipe aceptó, y ayudado nuevamente por la zorra, ésta le indicó el camino para encontrarlo.
—Acuérdate de no ensillar el caballo —dijo la zorra.
El príncipe se olvidó del consejo, y al ensillar el caballo, este hizo tanto ruido que fue apresado. A la mañana siguiente, el rey le dijo:
—Si tanto deseas este caballo, te lo puedo dar a cambio de que traigas a la princesa que vive en el castillo de oro.
Puesto en marcha nuevamente por el camino que le indicó la zorra, ésta le dijo:
—Cuando veas a la princesa durmiendo, cógela de la mano y vete. Y recuerda no dejar que hable con nadie, o de no ser así, lo pasarás muy mal.
Cuando la princesa despertó y vio al príncipe, le suplicó:
—Déjame despedirme de mis padres antes de partir.
El príncipe, al oír su dulce voz, no pudo resistirse y la dejó marchar. Acto seguido, como era de esperar, todo el mundo se despertó y el joven príncipe fue encerrado en las mazmorras.
—Solo podrás salir de aquí si eres capaz de allanar esa montaña —le dijo el rey del castillo.
Sin dudarlo un segundo, se puso a trabajar para conseguir su libertad, pero al caer la noche se dio cuenta de que era demasiado grande la montaña y le llevaría varios días allanarla.
—Ya te advertí que lo pasarías mal —dijo la zorra.
La zorra ayudó al príncipe a allanar la montaña y el rey no tuvo más remedio que dejarle marchar. Y como a la princesa le pertenecían el caballo y el pájaro de oro, ésta logró convencer a su padre de que le dejara ir con el príncipe para recuperarlos, pues se habían enamorado nada más verse. Una vez llegaron al castillo donde se encontraba el caballo de oro, y ante la mirada perpleja del rey, el joven príncipe hizo subir rápidamente a la princesa sobre el lomo del caballo y ambos salieron galopando velozmente. Luego fueron al castillo donde estaba el pájaro de oro y, del mismo modo, el príncipe lo cogió saltando rápido sobre el caballo y saliendo del castillo junto a la princesa.
En el camino de vuelta a su reino, vio a sus hermanos apresados en la posada y, sin dudarlo, pagó una gran cantidad de monedas para conseguir su libertad. Finalmente, había encontrado a sus hermanos perdidos y, haciendo una pequeña parada en el camino junto a un pozo, les contó todas las hazañas que había realizado para conseguir el pájaro. Los dos hermanos mayores, con mucha envidia después de escuchar sus aventuras, le dieron un empujón tirándolo al fondo del pozo, quedándose con el pájaro, el caballo y la princesa. Al llegar a palacio gritaron:
—¡Traemos el pájaro de oro y el caballo de oro!
Al escuchar el rey todas las hazañas que supuestamente habían realizado, que realmente eran de su hermano pequeño, hizo una gran fiesta para ellos. Mientras tanto, el joven príncipe se recuperó del golpe sufrido tras la caída en el pozo y, por sorpresa, vio a su amiga la zorra lanzándole una cuerda para sacarle.
De vuelta al castillo, el príncipe usó un disfraz para evitar ser reconocido por miedo a sus hermanos, hasta que llegó a la sala donde se encontraba su padre y le contó todo lo ocurrido. El rey, al oír tal infamia, desterró a sus otros dos hijos del reino y dejó a su tercer hijo como heredero, en compañía de su amada princesa.