LEYENDA AFRICANA: La piel de los cocodrilos

La piel de los cocodrilos

La piel de los cocodrilos

Leyenda africana: La piel de los cocodrilos

 

Una antigua leyenda africana cuenta que, cuando los hombres no existían en el mundo, el cocodrilo era muy diferente a como lo conocemos hoy en día. Su piel era lisa y suave, y como era dorada, resplandecía con la luz plateada de la luna durante las noches, y brillaba con los amarillos rayos del sol durante el día. Sin embargo, a los cocodrilos no les gustaba la luz del sol y procuraban evitarla. Preferían pasar todo el día ocultos bajo las aguas, cubiertos de lodo y descansando.

Entonces, apenas se ocultaba el sol, los cocodrilos emergían de los ríos y los lagos en los cuales vivían, permitiendo que los demás animales pudieran admirar sus hermosas pieles doradas brillando bajo la luz de la luna. Y los animales estaban tan impresionados por las pieles de los cocodrilos, que en vez de acercarse a buscar agua durante el día, preferían visitar los ríos y los lagos durante las noches para así poder admirar la increíble belleza de los cocodrilos.

 

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A los cocodrilos les gustaba mucho sentirse admirados por los demás animales, pues sabían que tenían pieles muy hermosas y especiales. Es por eso que dejaron de emerger de las aguas únicamente durante las noches y empezaron a dejarse ver también durante el día, aunque solo unos pocos minutos.

Como los rayos del sol son mucho más brillantes que la luz plateada de la luna, la piel de los cocodrilos (dorada como el oro) resplandecía como un diamante, y los demás animales no paraban de sentirse impresionados al verlos.

  • ¡Qué hermosa es la piel de los cocodrilos! —Decían todos los demás animales.

Y los cocodrilos, cuando escuchaban aquello se sentían muy felices hasta que todo cambió. Poco a poco, sin darse cuenta, empezaron a pasar horas debajo del sol abrasador esperando que los demás animales siguieran admirándoles y alagándoles, pero ocurrió que los demás animales pronto se cansaron de los cocodrilos y de su actitud pretenciosa.

Ya no eran aquellos animales que solo se podían ver durante la noche y que eran amables con los demás, ahora se habían vuelto vanidosos y todo lo que querían era ser admirados, casi como estatuas, por el resto de animales sin más. Sin embargo, las cosas no ocurrieron como los cocodrilos querían, pues cuando los demás animales visitaban los lagos y los ríos, miraban hacia otro lado sin prestar atención a la brillante piel de los cocodrilos.

Entonces, desesperados por perder la atención y la admiración de los demás, los cocodrilos permanecieron días y días enteros debajo del sol abrasador. Y su piel suave, lisa y dorada empezó a ser chamuscada por los ardientes rayos del sol. Lo que antaño era hermoso y hacía que los demás animales se sintieran admirados, se volvió opaco y perdió toda su belleza.

 

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Quemada la piel de los cocodrilos, esta se volvió escamosa y grisácea, como el lodo en las orillas de los ríos y los pantanos. Y tanta fue la humillación de los cocodrilos que, según cuenta la leyenda, desde entonces nunca quisieron volver a asomar la cabeza y tienden a esconderse debajo del agua cada vez que alguien se acerca, dejando ver tan solo sus ojos y su nariz.

 


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