Leyenda corta: La leyenda del múcaro | Leyendas latinas para niños

La leyenda del múcaro

La leyenda del múcaro

Leyenda de Puerto Rico: La leyenda del múcaro

 

En los frondosos y verdes bosques de Puerto Rico, vive una especie de búho conocida como “múcaro”, el cual no puede verse durante el día, sino solamente durante la noche. Pero, ¿por qué el múcaro nunca podía ser visto a la luz del sol? Según una antigua leyenda, hace muchísimos, muchísimos años, los animales solían dar grandes fiestas en medio de los bosques frondosos a las cuales todos asistían divirtiéndose mucho. Y para que la organización de cada fiesta siempre funcionara bien, las labores eran dejadas en manos de un grupo de animales.

 

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Sucedió entonces que fue el turno de las aves, por lo que a cada una le fue asignada una labor para la organización de una nueva fiesta. Pero la labor más importante de todas recayó en el águila de cola roja, pues era una de las aves más veloces y prestas de todo el lugar. Y, ¿que cuál era esa labor? Pues asegurarse de llevar las invitaciones a todos los animales pues, si alguno no tenía invitación, no podría acceder a la fiesta del bosque llegado el día.

Así que el águila se fue a cumplir con su labor pasando casa por casa y entregando invitación por invitación, hasta que llegó a la casa del múcaro, al que encontró desnudo y sin una sola pluma. Aquella situación hizo escandalizar al águila que, algo avergonzada, dijo:

—Eh…, múcaro, te he traído la invitación para la fiesta de los animales.

Pero el múcaro no prestó mucha atención a lo que el águila decía, así que solo respondió:

—Sí, sí… puedes dejarla ahí.

Como la curiosidad carcomía al águila, esta no tardó en preguntar:

—Disculpa mi imprudencia, múcaro, pero ¿por qué estás desnudo? ¿Es que te has quedado sin plumas para ponerte? ¡No puede ser que estés en estas condiciones!

Y con mucho pesar el múcaro respondió:

—Sí… lamentablemente no tengo nada que ponerme, y en estas condiciones no puedo asistir a la fiesta del bosque. Lo siento, águila, lamento que tu viaje hasta aquí haya sido en vano.

Pero no había sido en vano, pues el águila, muy afligida por la situación del múcaro, decidió hablar con las demás aves:

—¡En qué condiciones precarias se encuentra el múcaro! —dijo— Debemos ayudarle y ya sé la manera. Si todas y cada una de las aves le damos una pluma, entonces el múcaro tendrá tantas plumas que podrá cubrirse entero, y así podrá ir a la fiesta con un nuevo traje.

Tras las palabras del águila todas las aves estuvieron conformes, por lo que procedieron a la tarea y, finalmente, el apenado múcaro tuvo tantas plumas, y tan hermosas todas, que pudo cubrirse de nuevo por completo.

 

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Así, cuando llegó el día de la fiesta, el múcaro tenía las plumas más hermosas del mundo, por lo que su vestimenta fue muy apreciada por el resto de los asistentes a la fiesta, y durante horas el múcaro comió, bromeó, bailó y se divirtió como nunca en su vida. Sin embargo, casi al final de la velada, en un acto de vanidad y de egoísmo, el múcaro se escabulló y desapareció de la fiesta. Más tarde, cuando la fiesta terminó, los pájaros buscaron al múcaro para que les devolviera sus plumas, pero nunca lo encontraron.

Al día siguiente volvieron a intentarlo, pero no tuvieron suerte. Ni siquiera estaba en su casa, pues el múcaro parecía haberse esfumado para siempre llevándose consigo una pluma de cada uno de los demás pájaros. Y esa es la razón, amiguitos, por la que hoy en día no se puede ver a este pájaro durante la noche y por lo que sus plumas son tan increíblemente hermosas. Lástima que el múcaro no supiera apreciar y devolver aquel gesto de generosidad a sus antiguos amigos del bosque.


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