Leyenda maya: El colibrí
Los sabios mayas, que conocían muy bien los orígenes de la tierra y de todos los que en ella habitamos, contaban que los dioses crearon todas las cosas de la Tierra, cada piedra y cada grano de arena, cada árbol y cada nube en el cielo, cada animal y cada persona. Pero cuando terminaron con su labor, se dieron cuenta de que se habían olvidado de algo: no había nadie que llevara los deseos y los pensamientos de un lugar a otro.
Pero había todavía un problema mayor, y era el de que los dioses se habían quedado sin barro y sin maíz para poder construir a un nuevo ser, como habían hecho con el resto de los habitantes de la Tierra. Entonces tomaron una piedra verde de jade, que es una piedra muy hermosa, y tallaron una flecha pequeña, muy pequeñita, pero con un gran arte, pues nadie tiene tanto talento como los dioses. Y una vez que la flecha estuvo lista, soplaron, y la flecha salió volando a toda velocidad…Y así fue como los dioses crearon al ‘x ts’unu’um’, el colibrí.
Era tan pequeño y tan frágil el colibrí que podía acercarse a las flores más delicadas y posarse sobre sus pétalos sin dañarlas. Además, como había sido creado a partir del jade, sus plumas brillaban con el sol y estaban hechas de muchos colores, los más hermosos del arcoíris.
Aquellas plumas eran tan bellas que muchos fueron los hombres que intentaron atraparle para cubrirse con ellas, pues de esa forma ganarían mucha gloria y fama. Sin embargo, ningún hombre pudo lograrlo, pues el revolotear del colibrí es muy rápido y, al ser tan pequeño, es casi imposible hacerlo.
Sin embargo, una vez un hombre estuvo a punto de atraparlo para quedarse con sus plumas, gracias a una trampa que creó para la ocasión, pero afortunadamente los dioses intervinieron y dictaminaron: «Ningún hombre pondrá su mano sobre el colibrí pues, si lo hace, será castigado con toda la furia de la que los dioses son capaces».
Y es por esta razón por la que jamás verás a un colibrí preso en una jaula, pues los dioses dispusieron una suerte distinta para ellos. Gracias a aquel trato especial, a su vez, los colibrís han podido cumplir cabalmente con su tarea desde que fueron creados, que no es otra que la de llevar los pensamientos y los buenos deseos de un lado a otro.
Cuenta la leyenda que, si te encuentras con un colibrí, es porque alguien te envía amor o buenos deseos, o porque quizás alguien está pensando en ti y desea con muchas fuerzas que lo sepas. Aunque también pueden advertirte cuando alguien te desea el mal… ¡Son excelentes mensajeros de los dioses!
Pero eso sí, si un colibrí se posa sobre tu cabeza no intentes tocarlo, pues él cogerá entonces tus pensamientos y tus deseos y los llevará hacia su destino. Así que, si ocurre, solo deja que vuele sobre tu cabeza y ya hará él lo que los dioses le enseñaron, que es algo que nuestros ojos nunca podrán ver.
Por eso, y por si se te cruza un colibrí, piensa bien las cosas y recuerda alejar los malos deseos de tu mente, pues estos no solo causan daño a las otras personas, sino que también te harán daño a ti.
tuvo lindo 😀