Leyenda mexicana: Los hijos del maguey
Hace muchísimo tiempo, en las tierras de los toltecas, vivía un sacerdote llamado Huemán, el cual había vivido más de 300 años y solía hacer profecías que siempre marcaban el porvenir de su pueblo. Un día Huemán profetizó que los toltecas llegarían a su fin cuando subiera al trono «un rey con el cabello crespo», y cuando apareciera en sus dominios «un conejo con cuernos de venado».
Pero los años pasaron y los toltecas se olvidaron de aquella profecía. La tierra era buena y las personas vivían en paz bajo el reinado del rey Tecpancaltzin. Entonces sucedió que un hombre llamado Papatzín, que quería ganar el favor del rey, fue con su hija Xóchitl a llevarle una jícara de miel de mague a modo de obsequio. Al rey le encantó aquella bebida, que era muy difícil de hacer, pero lo que más le gustó fue la hija de aquel hombre humilde, la hermosa Xóchitl. Así, no tardó en convencerla para que se quedara con él a vivir y terminó por convertirla en su esposa.
De esta unión nació un niño, el cual fue llamado Meconetzin, que significa «el hijo del maguey», en honor al origen de la bebida que había sellado el amor de sus padres. Con el paso del tiempo, el niño creció y empezó a salirle pelo crespo, solo que ya nadie recordaba aquella profecía de Huemán. Y Meconetzin se hizo hombre, se cambió el nombre a Topiltzin y sucedió a su padre en el trono.
A diferencia de su padre, que era un gobernante justo y sabio que siempre escuchaba el consejo de los ancianos, Topiltzin fue un rey malvado y despilfarrador al que le encantaban los suntuosos banquetes y las celebraciones, queno se detuvieron ni siquiera cuando empezó una difícil época de sequía. Topiltzin comía y comía suntuosamente sin importarle que su pueblo viviera en precarias condiciones. Así, muchos hombres se vieron obligados a cazar en los alrededores de las tierras de los toltecas para poder llevar comida a sus hogares, pues de otra forma sus familiares morirían de hambre.
Fue en una de estas cacerías cuando un hombre se encontró con un conejo que tenía cuernos de venado, pero como ya nadie recordaba la profecía, nadie se preocupó. Poco después aquellas tierras fueron azotadas por terribles desastres naturales: a la sequía le siguieron las inundaciones, luego huracanes y después plagas.
Y mientras todo esto sucedía, el malvado y cobarde rey nada hacía para ayudar a su pueblo. Viendo el estado deplorable en que se encontraban todas aquellas gentes, otros aprovecharon la situación, y así fueron invadidos por los reyes de Xalisco. Tecpancaltzin y Xóchitl, aunque eran muy viejos, también lucharon junto con los otros toltecas, muriendo en batalla junto con muchos otros.
Topiltzin, el hijo del maguey, en cambio, corrió a esconderse en una cueva. Era malvado y cobarde y nunca pudo hacer nada para ayudar a su gente. Finalmente, cuando la guerra terminó, escapó de la cueva en la que estaba escondido. Fue de esta forma como, gracias a haber olvidado la profecía del anciano Huemán, los toltecas no se dieron cuenta de las calamidades que se anunciaban y caminaron poco a poco hacia su ruina. Y es que amigos, como reza el refrán, «guerra avisada no mata soldado, y si lo mata, es por descuidado».