El mito de Afrodita

El mito de Afrodita

Afrodita fue la antigua diosa griega de la belleza, del amor, de la fertilidad y del deseo. Con respecto a su nacimiento, existen dos relatos diferentes: en la Ilíada, el antiguo escritor Homero dijo que ella era la hija de Zeus y Dione, pero los mitos y poemas posteriores dicen que la diosa del amor se había levantado de la espuma del mar en una concha después de que Cronos arrojara restos del cuerpo de Urano allí. Su nombre fue así explicado como “crecido en espuma”, que proviene de la palabra griega “Aphros” y que significa “espuma”.

Se dice que cuando Afrodita nació, las Horae (también conocidas como las Horas o las Estaciones) la recibieron con alegría y la vistieron con prendas celestiales. Le pusieron una corona de oro en la cabeza y en sus orejas perforadas colgaron adornos también dorados. Luego, pusieron en su pecho finos collares brillantes y el tipo de joyas que las Horae usaban cuando se unían a las danzas de los dioses. ¡Una auténtica belleza del Olimpo!

 

Afrodita, bella, alegre y destructiva

 

Tanto en la época moderna como en la antigua, la imagen que a los poetas, escritores y artistas les gustaba pintar de Afrodita era la de belleza y felicidad, y es que con todo ello se relacionaba a esta diosa, por lo que se decía que no había alegría jamás en su ausencia. Pero, aunque los poemas más tardíos hablaban de su belleza y dulzura, también mostraban generalmente su otro lado, uno más traicionero y malicioso, a menudo ejerciendo un poder destructivo y mortal sobre los hombres. Y a través de ese control se dice que Afrodita ganó una gran influencia tanto en la tierra como en el cielo, siendo Zeus uno de los primeros en rendirse a sus pies.

 

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El dios de la fragua y el trabajo del metal, Hefesto, era su marido, y era el único dios al que se consideraba físicamente feo. Algunos textos dicen que cuando Afrodita llegó por primera vez al Monte Olimpo, Zeus se sorprendió tanto por su belleza y luminosidad que estuvo seguro de que los otros dioses lucharían por sus afectos, por lo que otorgó a Afrodita a la deidad más noble y confiable, que era Hefesto.

Y Hefesto hizo todo lo posible por complacer a su hermosa Afrodita creando y diseñando continuamente nuevas joyas y muebles de oro para complacerla, y aquellos trabajos eran tales, que Afrodita hasta tuvo una faja dorada mágica que le había hecho Hefesto para no perderla y que, cuando estaba desgastada, obligaba a cualquiera a desearla.

 

Afrodita y Ares, el dios de la guerra

 

Ya en el Monte Olimpo, Afrodita se sentó en un trono de plata con incrustaciones de berilos y aguamarinas, con la espalda en forma de concha de peregrino, un suave cisne cubriendo el asiento y una esterilla dorada para sus pies, bordada con abejas, manzanas y gorriones. Una vez al año visitaba Pafos, en la isla de Chipre, para nadar en el mar y tener buena suerte y rejuvenecerse. Frente a Afrodita, se sentaba en el Olimpo el dios de la guerra, Ares, y los dos tendrían con el tiempo una historia de amor que escandalizaría a todos los dioses. Y al parecer no disimulaban nada, pues Ares y Afrodita se cogían mucho de la mano y reían por todos los rincones, lo que hacía que su esposo Hefesto se pusiera triste y algo celoso.

Incluso, en una ocasión, Hefesto quiso implicar a los atletas olímpicos para dirimir sobre el comportamiento de Afrodita, Venus en la mitología romana, pero nadie se atrevió a enfrentarse a ella. Zeus, por su parte, le dijo a Hefesto que era inútil hacer una faja dorada para retener a su esposa, pues nadie podría resistirse nunca a ella y a sus grandes dones.

El encanto de la diosa Afrodita era tal, que hasta se convirtió en la patrona de los jardineros y de los jardines, que son sitios muy románticos, así como de los amantes y de los enamorados. Quizá por eso el mirto era su árbol y la rosa, el lirio, el jacinto, el azafrán y el narciso eran elementos totalmente sagrados para ella, así como sus animales el cisne, la paloma, el gorrión y el delfín. Afrodita era única e irrepetible, difícil de olvidar, y su esencia podía verse en casi cualquier parte de la naturaleza.


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