Paris, hijo de Hécuba y Príamo

Paris, hijo de Hécuba y Príamo

La reina Hécuba de Troya estaba embarazada del hijo de su esposo, el rey Príamo de Troya, pero unos días antes de dar a luz a su bebé, Hécuba soñó que, en lugar de ser un pequeño recién nacido normal, daba a luz a un trozo de leña ardiente de la que salían innumerables serpientes que lo consumían todo.

Al despertar de aquel terrible sueño, Hécuba gritó que la gran ciudad de Troya estaba en llamas, al igual que los bosques cercanos del Monte Ida. Y es que, tras analizar su sueño, Hécuba pudo darse cuenta de que lo que estaba en peligro en realidad era la destrucción de la ciudad de Troya. ¿Qué podía estar pasando? ¡Sin duda era un mal augurio!

 

El destino del pequeño Paris

 

Tras aquella noticia, el rey Príamo convocó de inmediato a su hijo Aesaco, un famoso vidente, que al poco les anunció que el niño que esperaban era lo que acabaría destruyendo Troya, sugiriéndoles que se deshicieran de él. Horrorizados con la propuesta, Hécuba y Príamo maldijeron a los oráculos, pero no fue suficiente para que su hijo Aesaco cesara en sus predicciones, y pocos días después les trajo otra nueva predicción: “El troyano real que dé a luz a un niño hoy, deberá ser destruido junto a su descendencia mañana”.

Finalmente, cuando Hécuba dio a luz a su nuevo bebé, llamado Paris, Príamo decidió seguir el consejo de su hijo Aesaco y deshacerse de él, pues el futuro de su tierra parecía encontrarse en juego. Sin embargo, los lamentos de su esposa Hécuba hicieron que descartase su muerte a sangre fría, y trazó un nuevo plan para poder cumplir con el consejo de su hijo Aesaco sin necesidad de sacrificarle. Entonces Príamo llamó a uno de sus trabajadores, Agelao, un campesino muy amable que no iba a dudar en ayudar a su rey y al cual podría echar fácilmente la culpa si alguien se enteraba del triste destino de su nuevo hijo Paris.

 

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Como Agelao era una persona humilde y buena, fue incapaz de matar al bebé, ni con sus propias manos ni utilizando ningún artilugio, por lo que decidió dejarle a su suerte en el Monte Ida. Afortunadamente, y aunque hacer eso con un bebé podía acarrear su muerte inmediata, no ocurrió así con Paris, que fue criado por una osa mientras crecía y más tarde por un generoso pastor que no dudó en acogerlo junto a su familia.

 

Agelao y la falsa lengua de perro

 

Agelao regresó al monte a los pocos días para asegurarse de que el niño había muerto, poder enterrarle y calmarse ante la idea de que Príamo no descubriese su cobardía, pero se llevó una enorme sorpresa al descubrir que no solo no había muerto, sino que se lo habían llevado y le mantenían a salvo.

Y para demostrarle a Príamo que su orden había sido cumplida, Agelao no dudó en entregar al rey la lengua de un perro como prueba de la muerte de su hijo, y así es como comenzó la historia del joven Paris, que crecería de forma campechana y humilde trabajando como pastor y muy alejado de sus verdaderos orígenes reales. Hasta tuvo un nombre diferente que fue Alejandro.

Pero el paso del tiempo llevaría al joven Paris de nuevo hacia el Monte Ida, pues allí se casó con una muchacha llamada Enune, hija del dios del río Cebren. Y lo cierto es que las cosas importantes solo acababan de empezar para Paris, que tiempo después se convertiría incluso en juez, en la lucha contraída entre Afrodita y Atenea por una manzana, teniendo también un papel clave en la destrucción de Troya como antaño había soñado su madre, pues la guerra de aquel lugar se desataría tras el rapto por parte de Paris de Helena, hija de Zeus y Leda.


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