Leyenda: La mazorca de oro (Perú)
Hubo una vez en Perú una familia de campesinos muy humilde, compuesta por un papá y una mamá y cinco hijos. Aquella familia era tan pobre que apenas tenía qué comer y el único sustento que tenían era un pequeño campo lleno de maíz. A pesar de que solo disponían de un alimento, aquella familia se las ingeniaba para poder elaborar distintas recetas con las que alimentar y hacer felices a sus pequeños: tartas, panes…y todavía les sobraba algo de maíz para poder vender en el mercado a aquel que lo necesitara.
Y todo aquello lo hacía la mamá de la familia, que era la que se encargaba de todas las funciones que había que hacer relacionadas con el maíz: la recolección, la preparación, la elaboración de los alimentos y la venta del maíz sobrante. Ella era también la que se encargaba de mantener y de cuidar la casa y de que sus hijos acudiesen al colegio, mientras el padre disfrutaba de cómodas e interminables siestas.
Un día la joven mamá se encontraba tan cansada de trabajar que no pudo recoger el suficiente maíz como para hacer cada una de sus tareas diarias y vender lo que sobrase en el mercado para ganar algunas monedas. La joven mamá entonces lloró desconsolada al darse cuenta de la realidad, y pensando mucho, también pudo darse cuenta de que nada de aquello ocurriría si su marido la ayudase a recolectar el maíz. Sin embargo no creía que aquello fuese posible, pues su marido era una persona muy obstinada y egoísta que solo disfrutaba de dormir y de pasear por el campo.
Entonces la joven campesina decidió dejar de pensar e irse a dormir para poder descansar y recolectar más maíz al día siguiente y, justo cuando se dirigía ya a su habitación, vio algo que relucía mucho. Creyendo que era fruto del cansancio decidió continuar su camino hacia el cuarto, pero de nuevo sus ojos notaron los destellos. ¿Qué era aquello? N o podía ser un rayo de sol porque ya era de noche, aunque entraba sin lugar a dudas por la ventana, así que decidió salir para ver qué podía ser aquel reflejo tan intenso…
- ¡Es una mazorca de oro! ¡No puedo creerlo!- Dijo entusiasmada la campesina cuando por fin se dio cuenta de que los destellos procedían del maizal.
Tras el descubrimiento la mujer corrió hacia la casa para contárselo a su marido, que ya se encontraba dormido, y que despertó al momento con los destellos. El hombre no podía creer lo que veía y pensó que su mujer era tan buena y tan trabajadora que sin duda los dioses habrían querido premiarla. Y aquel premio le hizo entender también que se había equivocado con ella y con sus egoístas acciones. Entonces el hombre se arrodilló y prometió ayudarla en todo.
Al día siguiente los campesinos decidieron ir a vender aquella mazorca de oro, y con el dinero que consiguieron compraron más maíz, algo de ropa nueva y arreglaron su humilde casa. El papá dejó de holgazanear y trabajó muy duro desde entonces junto a su mujer, por lo que los beneficios del maíz no hacían más que crecer y crecer y ya nunca volvieron a pasar hambre. El padre de aquella preciosa familia comprendió con todo aquello que había pasado que el trabajo en equipo daba muchos más frutos, y bajo aquella lección fueron felices para siempre.
Esta historia empezó muy triste pero sé que al final es muy feliz.
Esta historia es hermosa y la moraleja es que tienes que trabajar duro para tener mas cosas y no ser egoista ni bago.