El camello de Melchor

El camello de Melchor

Cuento: El camello de Melchor

 

Las horas pasaban y el pequeño José no podía esperar a que llegaran los Reyes Magos con sus regalos, por lo que mamá y papá le veían ir de un lado al otro con los ojos como platos, sin poder dormir. Así, viendo aquella escena, mamá dijo:

  • Hijo, tienes que dormir, o si no los Reyes Magos no llegarán.

Pero José no dejaba de impacientarse…

  • Es que quiero estar despierto cuando lleguen— respondió a su mamá, y siguió caminando de un lado al otro.

Entonces a su madre se le ocurrió una idea para que pudiese conciliar el sueño al fin:

  • Ven aquí, José, hijo, que te voy a contar una historia que quizás no hayas oído antes. ¿Sabes tú por qué los Reyes Magos tardaron tanto en llegar hasta el niño Jesús con sus regalos?

 

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José pensó un poco antes de responder…

  • Pues porque estaban muy lejos, ¿no?
  • ¡Oh! ¡Veo que no conoces la historia!

A José le encantaban las historias, y escuchar a su madre mencionar aquello despertó su curiosidad por completo:

  • ¿Qué historia? ¿Qué historia? ¡Cuéntamela, por favor, mamá, que quiero saberla!
  • Veo que te gustan mucho las historias, así que te contaré la del camello de Melchor. Pero las historias no se cuentan así, las historias se cuentan bien abrigaditos y metidos en la cama, porque es muuucho más cómodo.

Así, completamente dispuesto y ya acostado y arropadito en su cama, José volvió a pedir a su madre que le contara la historia del camello de Melchor:

  • Pues esta leyenda nos dice que, aunque los Reyes Magos podían llegar rápidamente hasta donde se encontraba Jesús, hubo algo que les detuvo algunos días en el camino. Y es que nos habla de cómo el camello de Melchor se enfermó una vez justo cuando estaban en medio del desierto, por lo que no pudieron continuar el viaje. «Sigan ustedes», decía Melchor, pero sus amigos se negaban a ir sin él—Dijo la mamá de José iniciando la historia.
  • ¿Y qué pasó entonces? —Preguntó el pequeño José.
  • Una noche, mientras acampaban, pasó una caravana por el desierto llena de nómadas que se dirigían a vender sus mercancías. Al encontrarse con ellos, los Reyes Magos pidieron ayuda porque no podían continuar con su camello enfermo. Y los nómadas, que sabían mucho de camellos, consiguieron que el camello de Melchor mejorase tras haber comido algo en mal estado. «¿Hacia dónde se dirigen?» Preguntó una chica que se encontraba en el grupo de los nómadas y cuyo nombre era Karima. Y entonces ellos, los Reyes Magos, contaron la historia de la estrella que habían visto y cómo iban a llevarle regalos al pequeño niño Jesús recién nacido.

 

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En ese punto de la historia, los ojos del pequeño José se encontraban ya sólo medio abiertos, y ya bostezaba con frecuencia de tan a gustito como estaba.

  • ¿Y qué sucedió después?—Preguntó el pequeño aún lleno de curiosidad.
  • Pues sucedió algo extraordinario, hijo. Karima les dijo: «No hay nada que le guste más a un niño que recibir regalos, así que yo creo que todos los niños del mundo serían felices si alguien les llevase regalos todos los años». Afortunadamente, al poco tiempo el camello mejoró y pudieron llevar los regalos al niño Jesús pero, al año siguiente, los Reyes Magos recordaron lo que les había dicho Karima y se decidieron a llevar a cabo la idea, llevando regalos a todos los niños del mundo que pudieron. Dice la leyenda que, gracias a Karima, hoy los Reyes Magos llevan regalos a todos los niños, aunque una condición se impuso desde el principio: que los niños nunca podieran verles durante la entrega, pues la magia y el deseo de Karima se extinguirían para siempre…

Pero José tenía ya los ojos cerrados cuando mamá terminó su historia, por lo que dejó a José bien recostado y se marchó apagando la luz. Y gracias a aquella bonita leyenda José no volvió nunca a esperar a sus majestades los Reyes Magos despierto, ni a preocuparse por su tardanza, pues sabía que era muy común que algún camello pudiese ponerse malito en el camino. Y, en cualquier caso… ¡la espera merecía siempre mucho la pena! ¿A que sí, amigos?


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