Fábula infantil para niños: El labrador y el árbol | Bosque de Fantasías

El labrador y el árbol

El labrador y el árbol

Fábula corta: El labrador y el árbol

 

Érase una vez un labrador que tenía un majestuoso campo en el que crecían toda clase de plantas. Entre los sembradíos que tenía el labrador, tenía un huerto que daba todo tipo de verduras y hortalizas: patatas, calabazas, cebollas, pepinos…, todo lo que se necesitara para hacer un sabroso guiso, o una deliciosa cena, podía encontrarse en el huerto del labrador. Pero además, también tenía majestuosos árboles, de muchísimos años, que orgullosos se erguían dando frutos tan deliciosos que la boca se hacía agua de tan solo pensarlo.

El labrador estaba muy contento con sus plantas, que eran su orgullo, y no solo porque le daban todo lo necesario para comer y para vender en el pueblo, sino porque también eran muy hermosas, especialmente los árboles. No había en la comarca árboles tan verdes y frondosos que dieran frutos de colores tan vivos como aquellos, y el labrador, orgulloso, comenzó a presumir de sus árboles frente a sus paisanos.

 

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Un día sucedió que el labrador estaba recorriendo su huerto, pasando revista a todos los árboles que tenía, cuando se encontró con uno que ni siquiera daba frutas:

—No me puedo permitir que estés aquí, árbol, porque afeas a los demás árboles. Además, ni siquiera frutas das, por lo que voy a cortarte.

Fue entonces a su cobertizo, en donde tenía sus herramientas, cogió un hacha y caminó de nuevo hasta donde se encontraba el árbol. Pero al primer hachazo, escuchó cómo los gorriones le decían a viva voz:

—¡Por favor, labrador, por favor! ¡No cortes este árbol, que es nuestro hogar, y si el árbol no está no tendremos a donde ir!

—¡Ese no es mi problema! —Replicó el labrador después de escucharlos, y volvió a lanzar un hachazo contra el árbol, que se estremeció terriblemente.

Al sentir aquellos temblores, las cigarras intentaron detener la cólera del labrador:

—¡Por favor, no derribe este árbol, que si lo hace nos matará!

Sin ver quién le hablaba, el labrador preguntó a viva voz:

—¿Quién me habla??

—¡Somos nosotras, las cigarras! —respondieron desesperadamente—, ¡Si derriba el árbol también acabará con nosotras!

—¡Tonterías! ¡Este árbol afea a los demás árboles y estoy decidido a cortarlo para siempre!

Dio entonces otro fuerte hachazo el labrador, haciendo que el árbol se inclinase un poco, y estando en aquella posición, unas gotas cayeron sobre el rostro del labrador. Al percatarse de ello, quiso probarlas para comprobar de qué se trataba, dándose cuenta así de que era miel y de que en el árbol había un gran panal de abejas.

—¡Qué gran hallazgo! —dijo en voz alta—, voy a dejar el árbol tal y como está para que las abejas sigan produciendo miel. Yo podré sacarla después para comerme mis tostadas en la mañana con la dulce y deliciosa miel, y venderla también en el mercado.

 

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Al escuchar aquellas palabras, los animales tuvieron una sensación agridulce. Por un lado se alegraban de que el árbol no fuera a ser cortado, pero a su vez les ponía tristes el saber que el labrador solo había decidido dejar vivo al árbol al saber que obtendría un beneficio por ello.

 

Moraleja de la fábula del labrador y el árbol

 

No está bien ser una persona egoísta como el labrador de nuestra fábula, que solo dejó de cortar al árbol al darse cuenta de que le podía proporcionar un beneficio. En cambio, sí que hay que ser bondadosos y justos con todos los que nos rodean, pues de esa forma podremos convivir en paz y tener un mundo mejor y más justo.


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