El león y los zorros

El león y los zorros

Fábula para niños: El león y los zorros

 

Érase una vez un león, grande y majestuoso, que reinaba en la selva por encima de todos los demás animales.

Sucedió un día que el león comenzó a sentirse mal, y cómo el león siempre se cuidaba, acudió presto a quien era su médico, un búho que siempre conocía el remedio de todos los males.

Después de examinarlo durante un buen rato, el búho llegó a la conclusión de que el león lo que necesitaba era reposo:

—Trabajas en exceso, por eso te sientes tan mal. Descansa durante cuatro semanas y verás que te sientes mejor.

Queriendo sentirse mejor, el león tomó en cuenta los consejos del búho, y así se internó en su cueva y permaneció allí durante un par de días. Pero entonces empezó a aburrirse, ¡no tenía nada que hacer! Sin ningún tipo de compañía, los días del león parecían infinitos.

 

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Entonces, pensando en alguna forma de entretenerse, se le ocurrió una estupenda idea e hizo llamar a su hermano, que era su consejero y a la vez su mano derecha, y de forma muy solemne le dijo:

—¡Me muero de aburrimiento! Así que he decidido que todos los días, por las tardes, voy a recibir a un animal de cada especie. Lo que haremos será pasar un buen rato, quizás charlando o tomando café. Pero lo más importante: ¡debes decirles a todos los animales que siempre serán respetados durante la visita! Pues, de otra forma, no se atreverían a acercarse a la cueva de un león.

—Tus deseos son órdenes—respondió el otro león, que salió con prontitud para cumplir su deseo.

De esta forma, día tras día, cuando caía la tarde, un animal de cada especie pasaba por la cueva del león. Y, aunque todos le temían, el hecho de que les asegurara seguridad durante la visita, les daba mucha confianza a la hora de ir.

Una de las últimas especies que visitó al león fue la de los zorros, aunque entre ellos no terminaban de decidir quién visitaría al león. Y no por miedo, sino porque todos querían tener el gran privilegio de visitar a un rey. Pero mientras todos discutían, un zorro que era muy joven los interrumpió:

—Todos vosotros estáis peleando por quién tiene derecho de ir a visitar al león, pero ninguno de vosotros habéis pensado en lo que eso significa.

 

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—Pues ya que sabes tanto —respondió uno de los zorros de más edad—, ¿por qué no se lo explicas a los demás y así nos enteramos?

—Pues el león ha estado recibiendo a un animal por especie durante las últimas tardes, ¿no es cierto? Eso es algo que todos sabemos. Lo que no todo el mundo sabe es que, fuera de la cueva, se pueden ver las huellas de todos y cada uno de los animales que lo han visitado. Lo extraño del asunto es que hay huellas con dirección hacia la cueva, pero no hay huellas que nos digan que los animales que visitaron al león hayan salido de allí.

—Eso quiere decir que…

—¡El león se come a todos los que le visitan! Puede ser un rey y puede haber dado su palabra, pero… ¡es un león! Y, a fin de cuentas, lo que el león hace es comerse a otros animales.

Así, los demás zorros estuvieron de acuerdo en que lo mejor era no visitar al león, y no contentos con eso, avisaron a los demás animales para que no se acercaran tampoco a su cueva, pues también se los comería. Así, gracias a los zorros, muchos fueron los animales que pudieron salvarse, y el león terminó de pasar su convalecencia solo en la cueva como merecía, por no haber respetado su propia palabra.

 

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Moraleja de la fábula del león y los zorros

 

La moraleja de esta fábula es muy clara, amiguitos: aunque las personas den su palabra, muchas veces pueden faltar a lo que prometen, y por ello debemos ser siempre precavidos y no dejarnos engañar o asumir riesgos innecesarios. ¡Siempre debemos aprender de la astucia de los zorros en la vida!


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