El pastorcito y el lobo

El pastorcito y el lobo

Fábula para niños: El pastorcito y el lobo

 

Érase una vez un niño llamado Marcos, cuya ocupación era la de ser el pastor de las ovejas de su padre. Pero ser un pastorcito era muy aburrido para un niño como Marcos, a quien le gustaba mucho reírse y gastar bromas a los demás, a pesar de que la vida de pastor era tranquila y apacible, llevando las ovejas a pastar y cuidando de que el lobo no se las comiera.

Entonces un día, cansado de llevar a pastar a su rebaño de ovejas, el pequeño Marcos decidió gastarles una broma a los habitantes del pueblo y, poniendo cara de preocupación, corrió hacia donde se encontraban todos y gritó fuertemente:

—¡Auxilio, auxilio! —Exclamó Marcos—, ¡Un lobo se quiere comer a mis ovejas! ¡Venid a ayudarme, venid a ayudarme!

Ante los gritos, los habitantes del pueblo de Marcos se alarmaron mucho y corrieron hacia donde se encontraban las ovejas pastando, momento en el que se dieron cuenta de que todo había sido una broma del pequeño. Mientras, Marcos se reía de lo lindo viendo cómo se acercaban todos y convencido de que su broma había sido la mejor del mundo.

 

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Aquella primera vez los habitantes del pueblo no se molestaron, pues sabían que Marcos era un niño y que a veces los niños gastan bromas a los demás solo para pasar un buen rato, pero el niño no tardó mucho en aburrirse de nuevo con su tranquila y apacible tarea y volvió a gastar una broma a los habitantes del pueblo.

Así, de nuevo, y con cara de preocupación, volvió hacia el pueblo gritando a todo pulmón:

—¡Auxilio, auxilio! —Gritaba el pastorcito— ¡Un lobo, un lobo! ¡Tenéis que ayudarme! ¡Un lobo se va a comer a mis ovejas! ¡Esta vez os juro que es verdad!

Y como es natural, los habitantes del pueblo se preocuparon mucho otra vez y corrieron detrás de Marcos hasta donde se encontraban las ovejas pastando, comprobando de nuevo que Marcos había gastado otra broma solo para luchar contra su aburrimiento. ¡Cómo se reía Marcos de sus ocurrencias! Sin embargo, y a diferencia de la ocasión anterior, esta vez sí que se enfadaron mucho con el engaño todos los habitantes del pueblo, decidiendo que nunca más volverían a caer en una de las bromas del pequeño Marcos.

Y sucede que la vida es curiosa y está llena de sorpresas que llegan cuando menos lo esperamos, y fue así como un día, mientras Marcos se encontraba con sus ovejas pastando, apareció un lobo que empezó a comérselas a todas. ¡El niño no podía creerlo! Y sintió mucho de ver cómo el lobo se llevaba a las ovejas que él debía cuidar por su padre. Entonces, corrió a toda velocidad hacia el pueblo intentando llegar a tiempo para pedir ayuda:

—¡Un lobo, un lobo! ¡Tenéis que ayudarme, un lobo se come mis ovejas! —Gritó el pequeño Marcos.

 

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Pero ya nadie le prestó atención, pues todos se habían cansado de caer en las mentiras del pequeño. Y, aunque esta vez decía la verdad, nadie le creyó y el lobo terminó comiéndose a todas sus ovejas.

La moraleja de esta historia, amiguitos, es que no debemos decir mentiras porque sí, si de verdad queremos que nos crean cuando algo serio y de verdad suceda…


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