FÁBULA CORTA: Los dos amigos y el oso | Bosque de Fantasías

Los dos amigos y el oso

Los dos amigos y el oso

Fábula infantil: Los dos amigos y el oso

 

Érase una vez dos amigos, cuyos nombres eran Pablo y José, que disfrutaban mucho haciendo senderismo. Subían por los caminos de las montañas y atravesaban los bosques, viendo todo a su alrededor y pasando un buen rato en la naturaleza.

Un día que se encontraban dando uno de sus habituales paseos, escucharon que algo se acercaba y se detuvieron un momento, esperando escuchar bien de qué se trataba. Así, de repente, de entre los matorrales del bosque surgió un gran oso, gruñendo y rompiendo todo a su paso.

José, que era el más rápido de los dos, en cuanto vio aparecer al animal veló por su propia seguridad y salió corriendo para subirse a un árbol. Escaló y escaló hasta llegar a una rama alta desde la que el oso no pudiera verle, y allí mismo esperaría a que el animal se fuera para volver a bajar y poner los pies en el suelo.

 

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El pobre Pablo, sin embargo, que no tenía tan buenos reflejos como su amigo, se quedó paralizado. ¡No sabía qué hacer y el oso casi estaba ya frente a él! ¡Debía hacer algo! Pero lo único que pudo hacer fue echarse al suelo y quedarse quieto. Pensó entonces que, quizás, el oso le vería allí, se aburriría y se iría.

Finalmente, gruñendo y rompiendo todas las ramas que había a su alrededor, el oso llegó hasta donde se encontraba Pablo echado en el suelo y, aunque Pablo tenía mucho miedo, hizo un gran esfuerzo por quedarse todo lo quieto que pudo. Entonces el oso se acercó y olisqueó a Pablo, pero como estaba tan quieto, el oso pensó que estaba muerto y no le prestó mucha atención, yéndose por el mismo camino por el que había venido.

Y es que cuando uno se encuentra con un oso en el bosque, en vez de escapar o de esconderse, lo mejor que se puede hacer es quedarse quieto y fingirse muerto, como hizo Pablo, para que el oso pierda el interés y se vaya. Así, apenas el animal desapareció, José bajó de su escondite, contento de que ambos se hubieran salvado.

—¡Pablo, amigo! ¡Qué bien que te hayas salvado! ¡Estaba preocupado por ti!

Pero Pablo aún seguía tan asustado que apenas podía hablar y, como pudo, se levantó.  Entonces, con el corazón aun latiendo con fuerzas y tras recuperar un poco el aliento, respondió a José:

—¡Sí! Estoy bien, pero ha sido suerte, porque si fuera por ti el oso me hubiera comido —dijo Pablo a su amigo visiblemente molesto—. ¡Apenas apareció el oso te fuiste, sin importarte lo que fuera de mí! Aun así, me alegro de que tú también te hayas salvado, pero prefiero que cada uno vuelva por su cuenta a casa pues, si en una situación de peligro no te importa la suerte de tu compañero, prefiero no volver a salir de caminata junto a ti.

 

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La moraleja de esta historia, pequeños, es que los verdaderos amigos deben estar ahí en los buenos y en los malos momentos. Esto quiere decir que, si alguien a quien consideras tu amigo te abandona en un momento de peligro, o cuando más necesitas ayuda, tal vez no se trate de un verdadero amigo. ¡Apreciemos a quienes de verdad se preocupan por nosotros!


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