Las manchas del sapo | Leyendas de Latinoamérica para niños

Las manchas del sapo

Las manchas del sapo

Leyenda latina: Las manchas del sapo

 

Hace mucho tiempo, según una antigua leyenda latina, todas las aves del mundo se reunieron en una magnífica fiesta en el cielo. Los pájaros cantaban y bailaban en medio de un ambiente de alegría y armonía, suspendidos en las alturas y muy cercanos al sol, que brillaba grandioso en lo alto.

Entre todos los animales, un pequeño sapo escuchó hablar de esta grandiosa fiesta y sintió una inmensa curiosidad y deseos de asistir, pero se enfrentaba a un gran problema: ¿cómo llegaría al cielo sin alas? El sapo, entonces, tuvo una idea ingeniosa. Decidió fabricarse unas alas falsas para aparentar ser un pájaro. Sin embargo, al intentar volar, cayó pesadamente al suelo y se sintió frustrado por su fracaso.

Sin rendirse, el sapo continuó pensando y, finalmente, encontró una solución brillante. Decidió esconderse dentro del ukelele del pájaro cantor, que sería llevado a la fiesta para tocar hermosas melodías. Con cautela, se metió en el instrumento de cuerdas horas antes del vuelo al cielo; tanto…, ¡que incluso tuvo tiempo de echarse una siesta!

Entonces, llegó al fin el esperado momento de la fiesta celestial, y todas las aves empezaron a llegar volando desde todos los rincones del mundo. La música resonaba y el baile daba comienzo cuando, en medio de la celebración, el sapo salió sigilosamente del ukelele y se unió a las aves, entablando conversación con cada una de ellas.

 

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Las aves, sorprendidas por ver a un sapo en el cielo, se mostraron curiosas y aceptaron al anfibio en su fiesta con mucha amabilidad, y el ambiente se llenó de risas y camaradería, convirtiendo el evento en un momento mágico y agradable para todos los asistentes.

Sin embargo, llegó el momento de la despedida y las aves empezaron a emprender el regreso a sus hogares, por lo que el sapo tenía que volver a esconderse dentro del ukelele. Así, todos observaron expectantes y contentos la extraña operación del sapo; todos menos un cuervo, que no estaba nada contento con la presencia del anfibio en la fiesta y decidió tomar medidas.

De este modo, astutamente, el cuervo esperó a que el sapo entrase en el instrumento y, entonces, lo giró haciendo que el hueco quedara hacía abajo. Y, cuando el pájaro cantor quiso coger su instrumento y echar a volar de vuelta a la tierra, el sapo no tuvo dónde agarrarse y comenzó a caer desde el cielo a toda velocidad. El pobre sapo rogaba por su salvación al cielo mientras caía y, aunque muchas aves intentaron ayudarle, fue todo en vano. Finalmente, el sapo aterrizó con fuerza sobre las piedras cerca de un río, quedando lastimado y muy adolorido.

 

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Y desde aquel día, el sapo lleva en su piel las marcas del incidente, amiguitos, y por eso su cuerpo está cubierto de manchas que recuerdan su caída desde el cielo. Aunque, gracias a esas marcas, los sapos nunca olvidarán aquella experiencia y todo lo aprendido: la importancia de ser humildes y de aceptarnos tal y como somos.

¡Todo un recuerdo en la propia piel de la aventura más arriesgada y de la fiesta más bonita del cielo!


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