Tomte, el gnomo de la Navidad

Tomte, el gnomo de la Navidad

Leyenda escandinava: Tomte, el gnomo de la Navidad

 

Hace muchísimo tiempo, en la mágica región de Escandinavia (donde Suecia, Finlandia y Noruega se abrazan con nieve y bosques encantados), ocurrió la entrañable historia de Tomte, un gnomo pequeño, habilidoso y saltarín que se convirtió en uno de los ayudantes de Papá Noel.

Tomte era un gnomo que vivía en un tranquilo rincón de aquel lugar, oculto entre los árboles de un frondoso bosque, y que tenía una barba blanca y larga que le confería un aspecto sabio. Además tenía un corazón bondadoso, por lo que le ofrecía ayuda a quienes lo necesitasen, por ejemplo, guiando a las ovejas perdidas de vuelta a las granjas, ayudando a los pobres pastores, o iluminando claros en el bosque con la ayuda de sus amigas, las luciérnagas, para evitar que los aldeanos solitarios se perdieran en medio de la oscuridad.

 

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Sin embargo, aquel gnomo nunca se dejaba ver, pues a Tomte le contentaba que los demás fueran felices brindándoles su apoyo de manera generosa pero discreta. Estaba claro que, a pesar de no medir más de treinta centímetros de altura, el corazón de Tomte era grande y rebosaba generosidad.

Así las cosas, una noche gélida de invierno (precisamente un 24 de diciembre) Tomte se encontraba caminando por el bosque, en medio de una fuerte nevada que apenas le permitía poder ver, cuando de repente, en la lejanía, vio una luz roja fuera de lo común. Entonces Tomte, como era muy curioso, se acercó hasta el lugar para comprobar qué ocurría, momento en el que se topó con un reno de una brillante nariz roja. La pata del reno estaba atrapada entre las ramas y su nariz brillaba roja como un tomate, por lo que, sin dudarlo ni un segundo, Tomte acudió en su auxilio como solía hacer con todos aquellos que se encontraban en apuros. Lo que no sabía Tomte es que aquel no era cualquier reno, sino el mismísimo Rudolf, el reno favorito de Papá Noel. “¡Muchas gracias por tu ayuda!”, escuchó el gnomo a su espalda.

Y a pesar de su discreción, al oír aquellas palabras Tomte no pudo evitar darse la vuelta, encontrándose enseguida con Papá Noel, que había acudido en busca de su reno favorito y había presenciado la ayuda que Tomte le había brindado. Papá Noel parecía muy contento, por lo que decidió tomarse un descanso de su agitada tarea para visitar la morada del pequeño gnomo que tanto le había ayudado, y juntos compartieron historias y risas sin parar en una tarde inolvidable. Llegada la noche, Papá Noel se dio cuenta de que Tomte iba a ser el compañero perfecto para su tarea, y emocionado le propuso al gnomo ser su ayudante en aquella Nochebuena.

—¡Por supuesto que sí! —dijo el pequeño Tomte, que de nada disfrutaba más que de hacer felices a otros.

 

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Y así fue como Papá Noel, acompañado de Tomte y de todos sus renos, partió para poder entregar a tiempo a todos los niños los regalos de su saco y, mientras lo hacían, Tomte demostró sus grandes habilidades sorteando obstáculos o deslizándose de puntillas para no despertar a los niños. Una tarea que fue observada y analizada detenidamente por Papá Noel, que no perdió detalle del trabajo inestimable de Tomte, nombrándole al día siguiente su ayudante oficial en la región.

Tan bien se le había dado el trabajo que, hoy en día, Papá Noel sigue delegando muchas veces en el gnomo Tomte gran parte de sus tareas, y él, con el trineo y las indicaciones sabias de Santa, se encarga de llevar alegría y regalos a todos los niños de Escandinavia, continuando la tradición que comenzó en aquella mágica noche de invierno con entusiasmo y dedicación. ¡Por eso Tomte sigue iluminando los corazones de los niños escandinavos cada Navidad como si fuera antaño y todos los regalos llegan a tiempo!


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