La diosa Artemisa

La diosa Artemisa

Artemisa viene del griego “Artemisia o Ártemis”, y hace alusión en la mitología griega a la diosa de la caza, de la luna, de la naturaleza, de los animales salvajes o de los nacimientos. En la mitología romana, Artemisa era conocida como Diana.

En cuanto a su simbología, la diosa Artemisa se solía representar con el ciervo, con la luna y con los perros de caza o el ciprés. Además, sus armas más características eran el arco y unas flechas de plata.

 

El nacimiento de Artemisa

 

Artemisa era hija de Zeus, dios del cielo, y de Leto, que era hija de titanes. A su vez, la diosa Artemisa era hermana gemela de Apolo, el dios del sol. Sobre su nacimiento, también cuenta la leyenda que Hera, la esposa de Zeus, se enfureció al enterarse de que Leto estaba embarazada, por lo que decidió prohibirle dar a luz a sus hijos en tierra firme, asegurándose así de que los niños no nacieran. No contenta con eso, Hera envió también una serpiente gigante llamada Pitón para acabar con Leto.

 

diosa artemisa con arco

 

De este modo, al enterarse Zeus de los planes de Hera, pidió ayuda a Poseidón para que creara una isla en las profundidades del mar y conseguir así que Leto pudiese dar a luz a Artemisa y Apolo. Logrado este objetivo, la primera en nacer fue Artemisa, quien ayudó a su madre después a dar a luz a su hermano Apolo. Al ser gemelos, son conocidos como los dioses de la luna y del sol.

 

Artemisa: generosa y vengativa

 

Artemisa era una diosa de carácter generoso, pero también podía ser implacable y vengativa, y así lo demuestran bastantes mitos sobre ella. ¡Veamos algunos!

 

Los nueve deseos de Artemisa  

 

A los tres años de edad, Artemisa le pidió a su padre Zeus que le concediera nueve deseos, entre los que se encontraban tener infinitos nombres para diferenciarse de su hermano Apolo, tener un arco y flechas, túnicas hasta la rodilla para poder cazar cómodamente, gobernar todas las montañas o poder ayudar a las mujeres embarazadas. Este último deseo estaba relacionado con su nacimiento y con esa ayuda que había brindado a su madre para que naciera su hermano Apolo. Zeus, por su parte, estaba tan encantado con su hija Artemisa, que no dudó en concederle todos sus deseos.

 

ARTEMISA DIOSA

 

Artemisa y el cazador Acteón

 

Artemisa solía bañarse en los ríos de sus bosques, acompañada por sus ninfas que siempre la ayudaban y cuidaban para que nadie la viera. Sin embargo, una tarde un cazador llamado Acteón estaba cazando muy cerca de ellas cuando las escuchó reír y cantar. El cazador sintió mucha curiosidad, así que decidió acercarse a la orilla del río, y fue ahí donde descubrió a Artemisa bañándose. Tras descubrirla, Acteón quedó perplejo con su belleza y no pudo dejar de mirarla, hasta que una de las ninfas le descubrió y, corriendo, todas la ocultaron de nuevo. Y esta es una de las historias en las que podemos ver el carácter vengativo de la diosa Artemisa, pues como consecuencia del atrevimiento del cazador, la diosa decidió convertirle en ciervo para que sus propios perros de caza le persiguiesen sin parar.

 

Artemisa y el cazador Acteón

 

Artemisa y la reina Niobe

 

Niobe era una reina de Tebas que solía burlarse de la titana Leto, porque solo había sido capaz de dar a luz a dos hijos, Artemisa y Apolo, cuando ella había engendrado catorce hijos, siete mujeres y siete hombres. Aquella actitud demostraba que Niobe se sentía superior a Leto por ser una mujer más fértil, y esa era la razón que utilizaba para sus burlas sin sentido. Entonces Artemisa, que fue testigo del maltrato que sufría su madre Leto por culpa de Niobe, decidió vengarse de ella con ayuda de su hermano Apolo. De este modo, Artemisa lanzó a todas las hijas de Niobe flechas envenenadas y Apolo hizo lo mismo con los hijos varones, dejando sin descendencia a la reina de Tebas. Después, al ver Niobe a todos sus hijos sin vida, huyó al monte Sípilo, donde lloraría eternamente a sus hijos y comprendería lo mal que había actuado con Leto.

Como has podido ver, la diosa Artemisa tenía dos lados, uno muy generoso y humano y otro más vengativo y cruel. ¡Y es que los dioses no eran perfectos!

 

 


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