Perseo y Andrómeda

Perseo y Andrómeda

Hace mucho tiempo, en la antigua ciudad de Argos, vivía un rey llamado Acrisio que tenía una hija preciosa llamada Danae. Sin embargo, el rey Acrisio quería un hijo y no una hija, por lo que un día visitó un lugar mágico llamado “Oráculo de Delfos” para conocer allí cuál sería su futuro. El Oráculo dijo a Acrisio que él no tendría ya más hijos, pero que Danae sí daría a luz a un varón que traería la desgracia a su casa.

Para evitar que esto sucediera, el rey Acrisio encerró a Danae en una casa subterránea hecha de bronce, aunque a pesar de sus intentos, no pudo evitar que Zeus, el rey de los dioses, visitase a Danae y se enamorara de ella, convirtiéndose al poco tiempo en el padre de ese hijo del que hablaba el Oráculo y que se llamaría Perseo.

 

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Algunos años después, siendo ya Perseo un poco más mayor, Acrisio pensó en una nueva forma de acabar con el infortunio que le había pronosticado el Oráculo, y decidió dormir a Danae e introducirla junto a su hijo en un cofre y echarlo al mar. Sin embargo, de nuevo la buena fortuna acompañó al niño Perseo, y un pescador muy amable llamado Dictis les rescató en una isla lejana.

 

El desafío de Perseo y la Medusa

 

Aquella isla se convirtió en el nuevo hogar de Danae y de Perseo, creciendo y desarrollándose allí feliz con la ayuda del pescador y de su esposa, y ajeno a su abuelo Acrisio y a sus intenciones con él. En la isla todo parecía tranquilo, pero no duró mucho tiempo, pues el rey Polidectes, hermano del pescador, terminó enamorándose de la bella Danae y sintiendo celos de Perseo.

Así las cosas, la mala relación entre ambos no se hizo esperar, y Polidectes ideó un plan para deshacerse de Perseo. Aprovechando un gran banquete que se iba a celebrar en la isla y en el que todos debían traer un regalo, Polidectes preguntó a Perseo cuál sería su presente, consciente de que no tenía nada que ofrecer. Tras esto, y algo avergonzado, Perseo preguntó al rey cuál sería su mayor deseo, y este contestó que conseguir la cabeza de Medusa, que era una temible Gorgona cuya mirada podía convertir a cualquiera en piedra.

Perseo aceptó encantado la solicitud de Polidectes,y partió hacia su aventura, aunque sin saber muy bien dónde encontrar exactamente a aquella Gorgona Medusa. Por suerte, Atenea y Hermes, dos dioses griegos, acudieron rápidamente en su ayuda. Hermes, que era el mensajero de todos los demás dioses, decidió darle una espada mágica que podía cortar cualquier cosa y unas sandalias aladas para poder escapar fácilmente, y Atenea, por su parte, le entregó un escudo brillante que podría usar como espejo para enfrentarse a Medusa y no ser convertido en piedra.

 

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Sin duda Perseo, a pesar de ser un joven decidido, había recibido una misión muy difícil, pues Medusa, aunque mortal, era un monstruo terrible capaz de atemorizar al más grande de los valientes. Por eso, ante la injusticia de Polidectes, los dioses decidieron echar una mano al joven dándole sus mejores herramientas y poder enfrentarse a la Gorgona en igualdad. Y así lo hizo, acercándose a Medusa sigilosamente, usando su reflejo en el escudo como guía, y cortando su cabeza de un solo golpe certero. ¡Y sin convertirse en piedra! Tras aquella impresionante hazaña, Perseo utilizó sus herramientas divinas para poder escapar y salir con vida de la venganza de las hermanas de Medusa, y salió volando con sus sandalias poniendo rumbo a casa, situada en Sérifos.

 

Perseo, Andrómeda y las estrellas

 

Después de derrotar a Medusa, Perseo inició su viaje de vuelta a casa y continuó con sus aventuras. Un día, por el camino, se encontró con una hermosa princesa llamada Andrómeda. Andrómeda estaba en un gran aprieto, pues se encontraba encadenada a una roca junto al mar como sacrificio a un monstruo marino, y como castigo a su madre por haber ofendido a los dioses.

Perseo se enamoró al instante de Andrómeda nada más verla, por lo que decidió hacer un alto en el viaje de vuelta para salvarla. Para ello, ni corto ni perezoso, utilizó la cabeza de Medusa que llevaba para el rey Polidectes, y con ella convirtió al monstruo marino en piedra y liberó a la joven. En agradecimiento, los padres de Andrómeda felicitaron y agasajaron a Perseo, que no tardó mucho en pedir la mano de su hija.

 

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Contentos con la unión, los padres de Andrómeda despidieron a la joven y a Perseo, pues volvían juntos a la isla en la que Perseo había crecido, y allí se enfrentaron al rey Polidectes, que durante su marcha había tratado de obligar a Danae a casarse con él. Perseo, muy enfadado por el engaño y por la actitud del rey, mostró la cabeza de Medusa a Polidectes y a todos sus fervientes lacayos, convirtiéndolos a todos en piedra y liberando a su madre y a la isla de toda aquella tiranía.

Finalmente, Perseo y Andrómeda se aclimataron en aquellas tierras y tuvieron varios hijos, siendo el más famoso de ellos Electrión, quien más tarde se convertiría en el abuelo del héroe griego Hércules. Y así fue cómo Perseo y Andrómeda vivieron muchos años felices juntos disfrutando de la tranquilidad que había dejado Polidectes y del amor verdadero. Un amor y una entrega que los dioses no dudaron en premiar al final de sus vidas, colocándoles entre las estrellas como dos hermosas constelaciones más, brillantes y unidas para siempre.


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